24 de agosto de 2011

10 preguntas

Pablo Gabo Moreno me hizo un cuestionario para su sitio "1 poeta y 10 preguntas". Clickear sobre estas palabras bordó para leer.





11 de agosto de 2011

"Todos los días ayudás a alguien"

Hoy, cuando lo llevaba al jardín, Fausto me preguntó: “¿por qué todos los días ayudás a alguien?”
“¿Todos los días ayudó a alguien?” “¿A quién ayudo?”
“A todos: a mí, a los papás, a las mamás, a los nenes”.
“No entiendo... pero vos también todos los días ayudás”.
“Pero no soy alto como vos”, me hizo la seña de que dejara de caminar, estiró un brazo y dijo “mirá, vos sos más alto y ayudás a todos”.

Más tarde, en la estación, cuando vi acercarse al tren, sentí que si me paraba en las vías podría frenarlo con un solo dedo.


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8 de agosto de 2011

Hasta siempre, Leo

En casi todas su canciones Leo Mattioli gritaba un "hay amor", que la mayoría de las veces en realidad era un "ay, amor". Anoche me enteré de su muerte. Y aunque no fue demasiado sorpresiva, porque sabía que andaba mal de salud desde hacía varios años, la noticia me cayó muy mal. Mi gusto por su música, sus letras y su forma de cantar era honesto; nunca tuvo nada de kitsch ni de camp. No paso un día sin escuchar al menos una canción suya. La versión acústica de "Cómo podré" es una de mis preferidas:

5 de agosto de 2011

Hace justo veinte años,

el día en que cumplí quince, mi papá me regaló una cajita de metal medio oxidada en cuyo interior había un llavero, una moneda, una medalla y un banderín en miniatura. A él se la había regalado mi abuelo, y a mi abuelo mi bisabuelo. Hoy, como en cada cumpleaños, la saqué del cajón y pasé un rato mirándola. En poco más de diez años se la voy a regalar a mi hijo.

3 de agosto de 2011

Anoche soñé con Cirilo Tamayo

Anoche soñé con Cirilo Tamayo, el personaje de Señorita Maestra cuyo actor fue condenado ayer por un robo cometido en 2004. En el sueño los dos estábamos más viejos: Cirilo me visitaba junto a sus hijitos y a la ex guardia cárcel que ahora era su mujer en una casa de veraneo que yo alquilaba en pleno invierno en una zona muy ventosa y arenosa de Santa Clara del Mar. Cirilo usaba anteojos muy grandes, tenía la piel bastante pálida y ya casi no conservaba ninguno de los rulos que lo habían hecho famoso en su infancia. Mientras tomábamos mate él me habló de Jacinta Pichimahuida, del actor que hacía de portero en la tira, de los peligros de la fama y de la época en que se había volcado al delito y al alcohol. Después me decía, señalando a su señora y a sus nenes, que el amor lo había cambiado por completo. Cada vez que yo salía a la calle a despedir a los demás invitados que volvían a Buenos Aires, tenía la certeza de que Cirilo me estaba robando algo de la cocina. Hacia el final del sueño, mientras saludaba a su mujer y los nenes me distraían, me daba cuenta de que él intentaba cargar en el baúl del auto que había sido de mi papá, sin que yo lo viera, una bolsa de consorcio llena de platos, cubiertos, comida que había sacado de la heladera y hasta un mantel de hule floreado de la dueña de la casa. Yo me daba cuenta del robo pero no le decía anda. Enseguida él y su familia subieron al Peugeot blanco y yo los saludé con un brazo levantado hasta que vi cómo desparecían tras una nube de arena.

1 de agosto de 2011

Fausto y yo. En el verano pasamos quince días, los dos solos, en Sierra de la Ventana. Acá, en la estación, esperábamos algo que no era el tren. Cuando pienso en lo bien que la pasamos siento nostalgia y me emociono.