14 de julio de 2005

Algo que suene

El fin de semana pasado estuve en Bahía Blanca. Llegué el sábado a la mañana y el domingo a la noche volví con mi sobrina, que venía a alojarse a lo de su abuela durante la primera semana de las vacaciones. A su edad, yo también venía a Buenos Aires en esta época del año y hacía casi lo mismo que ella está haciendo ahora: paseaba en colectivo; me asombraba con el subterráneo; iba al cine, al circo o a ver obras infantiles; salía a locales de comida rápida que en mi ciudad aún no existían; visitaba el Cabildo y les tiraba migas a las palomas de la Plaza de Mayo.
Una mañana, creo que en la zona del Italpark, un mago con galera metió un pañuelo en la manga de un nene que pasaba por ahí y lo sacó a los pocos segundos del cuello de mi camisa. Esa misma tarde lo vi por televisión, haciendo lo mismo en un programa llamado "Sábados de la bondad", y todos los que estaban conmigo –menos yo, que me quedé callado hasta la noche–, juraron haberse dado cuenta del truco.

En su casa, el domingo a la tarde, mi sobrina intentó enseñarme a jugar al ajedrez (sin "jate maque" ni "intrucciones raras"). Después armamos un rompecabezas y dibujamos con crayones, inclinados sobre la mesa de la cocina, en hojas rayadas de cuaderno. Ella había hecho una casa, un árbol y un vestido, y me pidió que le nombrara alguna otra cosa "que suene" con esos dibujos.
–¿Que suene, qué quiere decir eso? –le pregunté.
–Algo que suene, no sé . . . que combine –explicó.
Podría haber dicho "algo que pegue" o "algo parecido", pero me gustó que tratara a las imágenes como si fuesen palabras o, más bien, notas musicales.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy lindo y tierno tu relato!!!

La negra.

Anónimo dijo...

Muy emotivo relato, trae a la memoria tantas cosas lindas que uno ya vivió, me encantan estos recuerdos de cuando uno es niño...