31 de diciembre de 2005

Fuegos (artificiales)

Ahora vivo en dos ambientes. En el living duermo, como, leo y miro televisión, y en el escritorio trabajo, escribo y navego por Internet. El cuarto donde estaba el futón de dos plazas ahora quedó semi vacío: sólo queda un pequeño mueble lleno de papeles y de artefactos domésticos (cables, herramientas, enchufes), un teléfono sin sonido sobre el parquet y ropa de invierno en un placard.

Temo que, en estos últimos días del año, Unidad Funcional se esté convirtiendo en uno más de esos blogs-diarios-íntimos-sentimentaloides que nunca me gustó leer. Hoy al mediodía, después de comer una tortilla de queso y cebolla bien cocinada por mí, me puse a ordenar la biblioteca y me sorprendí al encontrar el ejemplar de El Pornógrafo que había comprado hace algunas semanas y que creía haber perdido para siempre.

Antes de empezar a leerlo, y para no decepcionar a quienes había puesto al tanto del extravío y a quienes habían mostrado interés en su reposicón, me propuse inventar alguna historia con respecto a su hallazgo: el portero lo había encontrado aquella madrugada en la vereda del edificio, mientras barría y manguereaba, y se lo había llevado a su departamento. Si bien, por la dedicatoria manuscrita, se había dado cuenta enseguida de a qué vecino pertenecía el ejemplar, quedó tan atrapado en la lectura que demoró casi dos semanas en devolvérmelo.

Hace un rato, mientras escribía y sentía cómo empezaban a sonar los primeros y aislados fuegos artificiales, escuché cómo subía desde la vereda hasta el cuarto piso un grito desgarrador de mujer: "no, no te vaaayas, por favor, no me deeejes". Enseguida me asomé por la ventana para ver qué pasaba, y en la esquina de la inmobiliaria, en vez de una escena de conflicto conyugal, vi cómo se despedían, con besos y abrazos, alumbradas por las luces de neón y "hasta el año que viene", dos amigas adolescentes.

30 de diciembre de 2005

El revés de la trama

Entrevistados por Silvina Friera para la sección Cultura y Espectáculos de Página/12, los jóvenes autores éditos de Entropía (Gonzalo Castro, Sebastían Martínez Daniell y Romina Paula) hablaron sobre procesos de escritura, argumentaron en contra de algún autor canonizado y, desde las trincheras de sus excelentes novelas, dispararon con munición gruesa hacia el cuento tradicional.

Luego de leer sus propias declaraciones, y con la intención de ampliar o rectificar algunas de ellas, siguieron debatiendo públicamente en el casi centenar de comentarios dejados en este post de Las Apostillas.

Y a propósito de Entropía, en El Cocinero Salvaje Terranova acusó recibo de sus libros.

27 de diciembre de 2005

Andy Tamboro

Andrea vivía en la calle Moldes, en una casa muy vieja que parecía llena de fantasmas. En el patio de esa casa, junto a una palmera centenaria, pasé más de una tardecita, hablando, fumando y escuchando música, y en el living miré los partidos del mundial 94.
Una vez Andy me regaló un collar hippie que había adornado la pared de su cuarto; una madrugada fuimos en bicicleta hasta la casa de su hermano en Tigre; otra noche, muy fría, caminamos del brazo por Cabildo en busca de algo que ya no recuerdo.

Ya egresada del colegio, Andy pretendía vivir de la música: con seis chicas más había formado Tamboro Mutanta, un grupo de percusión. Tocaban y bailaban descalzas y con vestidos y bandanas de colores. La última vez que la vi fue en un recital que dieron en el 99 en un bar cercano al Parque Centenario. Andrea ensayaba todos los días y se había mudado a un PH de Villa Urquiza.

Tiempo después, me enteré de que se había ido a girar por Europa con las Tamboro y de que la casa vieja había sido derribada para construir un edificio. Ese mismo día pasé por Moldes y, apoyado contra el baúl de un auto, miré, a través de la entrada de la cochera al aire libre, la base de la palmera intacta en su cantero de ladrillos a la vista.

Hace poco postee un fragmento de un diario de 1994: Después fuimos al recital de La Portuaria en Obras con Andrea, Maxi, Drupa …
Después, contando el encuentro con un compañero del secundario: mengana vive de la música y estaba embarazada.

Y el sábado pasado, desde un cyber de Bahía levanté:

Hola Nachín!!!!! Soy Andy!!! Hace años que te quiero rastrear y me dieron este mail. Dónde andás??? Estoy en Buenos Aires hasta el 21 de enero. Te quiero ver!!!!!! Te cuento que soy mamá!!! Hace 5 meses de un gordo alucinante que se llama Tian. Mi teléfono es xxxx-xxxx y el del celu es xxxxxxxxxx. Te mando un beso enorme, ojalá estés por acá y nos crucemos!!! Besos

En la nochebuena, junto al árbol y a la camisa, la lapicera y los tres libros (dos biografías, de Manu Ginóbili y de Lisandro de la Torre, y una novela de Norman Mailer), imaginé ese mensaje. Al número del teléfono fijo ya lo tenía agendado: es el del PH de Urquiza. Supongo que en estos días nos vamos a juntar y que, al menos en algún sentido, será como si el tiempo no hubiera pasado.

26 de diciembre de 2005

El silencio

(La radio que me tocó no funciona

la lectora de cedés también se rompió

la tele me quedó muy lejos de la cama)

El silencio me habla

del vacío de los días.

22 de diciembre de 2005

Lecturas

[Gonzalo Castro wrote:]

La nueva librería Prometeo es estupenda de amplia y confortable, y ahí, en el segundo piso, nos dispusimos a la lectura en estas vísperas de navidad.

Los únicos que leímos bien fuimos Ignacio y yo. Neutros, afables, sin altisonancias, cada uno llevó adelante su material (Ignacio un excelente cuento de su “Los estantes vacíos” y yo algunas lonjas de Hidrografía) . .
. (sigue en Las Apostillas)

21 de diciembre de 2005

Llamado-a

Me quise matar. Cuando metí una mano en el morral para sacar las llaves, luego de que el remisero absoluto Mairal y Llach me dejaran demasiado amablemente en la esquina de mi casa, caí en la cuenta de que no tenía el ejemplar de El Pornógrafo que había comprado unas horas atrás. Si alguien lo tiene en su poder y quiere devolverlo a su dueño, puede dejar un mensaje en el mail que figura en el costado de la pantalla. Como rasgo distintivo del ejemplar, en la dedicatoria manuscrita figura mi apellido. Muchas gracias. aaa

17 de diciembre de 2005

Lecturas


El miércoles 21 a partir de las 19 horas en el Espacio Prometeo (Malabia 1720, local 5), y con lógica entrada libre y gratuita, se llevará a cabo una sesión de lectura a cargo del staff de jóvenes autores de Editorial Entropía. A saber:

Gonzalo Castro: Hidrografía doméstica

Sebastián Martínez Daniell: Semana.

Romina Paula: ¿Vos me querés a mí?

Ignacio Molina: Los estantes vacíos.

15 de diciembre de 2005

Melpómene III

A falta de ánimo para postear algo propio, más fragmentos del diario de Enrique Wernicke


Octubre 31 de 1955

Dentro de diez o quince días "La Ribera" sale a la calle. Me he descubierto esperando "el gran golazo". Y no tiene sentido. Un libro no es nada más que un libro. Esta novela no me cambiará la vida en modo alguno. Será lo de siempre. Algunos papanatas que me dirán cosas. Un Salama que me sacudirá un palo, alguna nenita que me buscará. Y nada más. En estos últimos tiempos he leído bastante novela argentina. Y para decir verdad, no pienso que la mía supere en nada a lo publicado. Pululan los novelistas mediocres. Y cuando me pregunto si yo tengo algún mensaje especial, si tengo en mis despropósitos no acierto a "colocarme". Porque por otro lado, como lector, estoy agradecido a todos los mediocres. Y los leo. Y los pregono. Inclusive la mitad de la obra de cualquiera de mis grandes autores favoritos es una idiotez digna de tirar a la basura. Pero, claro, HAY QUE TENER UNA PEGADA. Una por lo menos. Y en tanto, se van estos gloriosos cuarenta años.

Estoy disgustado, aburrido, escéptico. Y pobre. Tiro el dinero en los boliches. Hablo pavadas. Paso días y días sin un encuentro positivo. Y cuando veo a una Minga o al Barbudo o a Sarita, bebo como un imbécil. Y ya es evidente que sólo tengo un enemigo: el trago.

¿Cuál será el tema humano de mi próxima novela? ¿Cuál su angustia, su verdad? Lo ignoro. Primero tengo que saber en qué estoy.


Diciembre 8 de 1955

Hoy, en "Propósitos", apareció la primera crítica de "La Ribera". Hablan más del editor que de mí. Buena rabieta me produjo el asunto. Además, el que escribe debe ser un tarado que no ha leído el libro. No menciona para nada al personaje principal ni la importancia de los sucesos que vive. En fin, un disparate.

Ahora queda esperar nuevas críticas. Me temo que muchas de ellas sean parecidas. Tal vez en "Qué" digan algo bueno, pero la revista no se lee. En "Mundo Argentino" . . . ¿qué dirá Sábato? No tengo idea.

8 de diciembre de 2005

Moltoni

A Moltoni, como a todo el mundo, le molestan varias cosas. Le molesta, por ejemplo, que le respondan a una pregunta seria con un chiste sin gracia.
-¿Y en qué consisten esos encuentros?
-Y, el tema es así: en la entrada hay que sacar número para ver quién es más puto . . .

Moltoni se pregunta si no será demasiado susceptible, y se contesta que en última instancia eso no importa mucho, que lo trascendente es que no está pasando por un buen momento. Desvelado en medio de la noche, prende la luz y, con la esperanza de vencer la angustia que vuelve a asomar en su pecho, escribe en uno de sus cuadernos de notas:

Una semana sin escribir. A veces pasa. Pasan los días y pienso en cosas blandas, confusas, sin enhebrar demasiadas ideas concretas. Ahora puede decir que es la madrugada. A esta hora, un hombre para a un taxi en una avenida desierta. El hombre leyó el diario del día anterior y calcula que entonces, con la nueva tarifa, el viaje le va a salir bastante caro, pero enseguida le resta importancia al asunto. No se detiene más de tres segundos a pensar en la plata. Piensa, en cambio, que, para justificar ante sí mismo el tiempo que acaba de perder –acaso para siempre–, quiere llegar a su casa lo antes posible. Volver para alejarse de donde no hubiera querido irse.
Mañana será otro día y, seguramente, me recrimminaré algo, pero no lo que sospecho ahora, y en última instancia será otro día, piensa el hombre (más bien el chico, joven o muchacho) mientras baja del taxi y busca las llaves en los bolsillos.


Acariciándose la frente con un dedo, Moltoni relee lo que acaba de escribir. Semejante desvelo para semejante porquería, piensa, antes de arrancar la hoja del cuaderno, hacerla un bollo y tirarla en dirección a una esquina de la pieza. Triple, está a punto de gritar al ver cómo el papel se introduce en el tacho, pero al mismo tiempo piensa que así, casi desnudo y sin público, se vería demasiado ridículo en el reflejo de la ventana.

3 de diciembre de 2005

Timados por la alianza financiera-cartonera

(vía www.editorial-entropia.blogspot.com)

Lecturas II

Infantilmente timados por el Banco de Galicia, que se robó el único micrófono que había en la Sala Jorge Luis Borges para jugar a la lotería de cartones (o anunciar quién sabe qué espurio premio), editorial Entropía se quedó sin su esperada sesión de lectura en la feria Periférica. El público, en un primer momento furioso ante la gambeta (hasta el punto de montar un pequeño piquete en las escalinatas de mármol), fue luego malamente sobornado (y diezmado) por las autoridades de la entidad crediticia con Coca-Cola diluida y fosforitos de jamón y queso.

Lecturas I

El programa oficial de Periférica dice "Mesa presentación de Editorial Entropía". Cuando en realidad se trata de una sesión de lectura. A saber:

Gonzalo Castro: Hidrografía doméstica

Sebastián Martínez Daniell: Semana.

Romina Paula: ¿Vos me querés a mí?

Ignacio Molina: Los estantes vacíos.

Lo que sea, será este domingo a las 18 horas en el Centro Cultural Borges, con entrada libre y gratuita.

2 de diciembre de 2005

Melpómene II

Más fragmentos del diario de Enrique Wernicke


Marzo 12 de 1957

En el boliche, en tanto Sarita comenzaba con sus "me" (me duele, me hace mal, me cuesta, etc.) yo pensaba con arrobamiento en esta maquinita. Y me decía: "no me mato mientras pueda escribir".


Mayo 5 de 1957

Hoy, Julio me trajo una carta de Victoria Ocampo. La Peti tenía razón. "La Ribera" conmueve a los oligarcones. Pero los oligarcones me conmueven a mí.


Junio 7 de 1957

Esta carrera de escritor . . . (a buena hora lo descubro) es muy ingrata. Cuando se la vive auténticamente, como yo la vivo, se tiene la sensación de estar tirando margaritas a los chanchos. No porque mis libros sean margaritas, pero sí el esfuerzo de escribirlos. Trabajo al cuete que sólo se cumple gracias a la vanidad o a la imperiosa picana de una vocación sin otro camino.
Me parece que he olvidado o no he comprendido nunca la significación de un libro. Porque todos los volúmenes que llenan mi biblioteca han cumplido una misión. Y entre ellos están los míos. No sé. Tal vez no se trate más que de un cansancio, años, decepciones, costumbres. Sería hora de que los libros me dieran una mano para ayudarme a vivir.

1 de diciembre de 2005

Cañas (verano de 1982)


Yo soy el de malla roja. Y sí, estamos intentando pescar, no sólo haciendo alarde de nuestras cañas.