28 de mayo de 2008

Superhéroes (unas líneas blogger)

Una noche con un amigo,
disfrazados de superhéroes,
viajamos a los bosques de Palermo.


El era Batman y yo Linterna Verde,
bajamos del 130, bordeamos un lago
y fuimos testigos espontáneos
de un choque frontal
sin víctimas fatales.

A Batman lo vieron justo
unos movileros de Crónica TV
que volvían de cubrir un evento,
y declaró que sobrevolaba la zona
cuando presenció el accidente.

El notero estaba muy interesado
en la actuación del "joven maravilla",
¿dónde estaba?, ¿qué le había pasado?

Y Batman le dijo a la cámara
que Robin era medio amargo,
y señalando hacia el bosque
que Linterna tenía más aguante,
pero yo ya me había apagado
y camuflado en la copa de un árbol.

23 de mayo de 2008

Lost in Once

Las pruebas irrefutables de que Hurley es argentino y toma el 41 de Munro-Once a las 8:30 todos los días
(gracias Soledad por la primicia y las fotos)



20 de mayo de 2008

Cositas baratas

Hablamos de literatura con una modelo entrevistada. Ella me cuenta que le gusta leer a los clásicos y, cuando el fotógrafo le dice que yo escribo "libros", se pone contenta:

–¡Ay, qué lindo! –dice–: también me encanta leer cositas baratas.

150 monos

Salió el número 3 de la revista digital 150 monos, dirigida por Carolina Berduque, Juan Cruz de Sabato y Santiago Sánchez Santarelli, con pornosonetos de Ramón Paz y un cuento de mi amigo Fernando Vico, entre muchas otras cosas. Desde este sitio se puede descarcar el pdf.

19 de mayo de 2008

La diferencia...

...entre ser hijo y ser padre,

es que cuando sos hijo tenés al tiempo delante

y cuando sos padre el tiempo te corre.

15 de mayo de 2008

Una pavada

Hace una semana guardé cinco billetes de cien pesos dentro de un libro, y a los tres días, cuando fui a buscarlos, no pude recordar en qué libro estaban. Revisé todos los del primer y segundo estante del tercer cuerpo de la biblioteca y no encontré nada. Traté de no desesperarme. Intenté consolarme pensando que, en definitiva, quinientos pesos ya no era tanta plata. Es como si hubiera perdido doscientos hace tres años, me dije, no muy convencido. También pensé que tal vez ya los había gastado sin darme cuenta, que los había sacado de ahí sin pensarlo, que había pagado las expensas y las cuentas y que el vuelto había quedado en algún cajón. Decidí esperar unos días y volver a buscar. Esta mañana me puse a revisar los libros de política e historia del tercer y cuarto estante. Los iba abriendo uno por uno; cada vez con menos esperanza, pasaba las hojas y los iba apilando en el suelo. En la búsqueda aparecieron fotos viejas y folletos publicitarios. En algún momento me prometí que si encontraba la plata lo iba a contar en el blog. El anteúltimo libro del cuarto estante era Infierno en el monte tucumano: la euforia que sentí después de agitarlo, al ver cómo salía volando el atado de billetes, fue tan intensa como fugaz. Enseguida, en vez de sentirme aliviado, pensé en todo el tiempo que había perdido en la búsqueda. Encima, me dije en voz alta, ahora tengo que poner esta pavada en el blog.


Nota al pie: la foto grande es del día de mi primera comunión, circa 1985. Ahí estoy junto a mis compañeritos de tercer grado del Don Bosco de Bahía, disfrazado de monaguillo y simulando rezar.

13 de mayo de 2008

Derecho al autor

Publicado en el Nº 3 de la revista Plural, en la hermosa sección Derecho al autor. Más abajo copio la versión original del texto que escribí. Y en la imagen, el texto retocado según los particulares criterios de algún corrector.

Me llevó casi siete años escribir los relatos de Los estantes vacíos. Al primero de ellos (“Ejército de Salvación”, que paradójicamente es el que cierra el libro) lo compuse en el invierno de 1999. Mi intención era alejarme de la forma del cuento tradicional (introducción-nudo-desenlace), de los finales forzadamente sorpresivos y de las clásicas historias de chico-conoce-chica. Quería trabajar con la cotidianidad pero alejarme del costumbrismo, construir historias realistas pero al mismo tiempo delimitar un universo propio. Escribía con la intención de que los espacios que dejaban vacíos las tramas inconclusas y la indefinición de las relaciones fueran ocupados por el hipotético lector.

Sólo cuando llevaba escritos siete u ocho relatos con el mismo estilo me di cuenta de que tenía entre manos la génesis de un libro de cuentos y no un conjunto de textos dispersos. A partir de entonces esos relatos –y los que fui escribiendo después–, pasaron a formar parte de mi vida: me la pasaba tomando notas, caminaba por la calle tratando de resolver la frase que no me había salido frente a la pantalla, y salía de mi casa con los borradores impresos para seguir pensando en ellos adonde fuera. Sin siquiera imaginar que algún día tendría lectores, fui escribiendo, corrigiendo y dándole forma al libro, de un modo casi obsesivo, hasta sentir que cada palabra había quedado en su justo lugar. La desidia o la apatía que pueden llegar a transmitir los cuentos es producto, entonces, de todo lo contrario. Esto no significa que Los estantes vacíos sea perfecto ni mucho menos, sólo intento aclarar que recién dejé de trabajar en él cuando supe que había alcanzado su límite más alto.

A darle homogeneidad al volumen ayudó el hecho de que algunos personajes fueran saltando de un texto a otro, a veces como protagonistas y otras veces como actores de reparto. El último cuento que escribí –y que le da título al conjunto– comparte situaciones con el primer relato del 99. Al terminarlo sentí que un círculo había empezado a cerrarse, pero sólo cuando el libro salió de la imprenta, a mediados del 2006, sentí que ya estaba construido el universo que había imaginado siete años atrás.

12 de mayo de 2008

La pipa y el ajedrez

Si hubiera que elegir objetos para simbolizar una forma conservadora (por no decir reaccionaria) de entender la literatura, yo votaría, sin dudas, por una pipa y un tablero de ajedrez.


9 de mayo de 2008

7 de mayo de 2008

Literatura y política (cuestionario por mail)

(…) Lo convocamos a raíz de una publicación que esperemos en el futuro pueda ver la luz. Trata sobre una revista- aún sin nombre- en el queen cada número se investigara y debatirá acerca de una idea. En estos momentos estamos preparando un primer número que tratara sobre la disminución deideología política en la literatura argentina actual. Nos gustaría que respondiera nuestras preguntas (…)

1- ¿Cree que las ideas políticas están desapareciendo de la literatura?
2- ¿Los lectores quieren o no que se mezcle la ideología política en la ficción?
3- Beatriz Sarlo ha planteado la necesidad de restituir la densidad ideológica de los desaparecidos, que la guerrilla y la radicalización política no fueron sólo una aventura del sentimiento. ¿En las muchas novelas actuales que desarrollan su acción en la década del 70, las ideas están siendo restituidas o tan sólo muestran aventuras del sentimiento?
4- ¿El vaciamiento de sentido e ideas políticas favorece o perjudica el interés del lector por comprar un libro?
5- ¿Las ideologías de los escritores se extinguieron o no hay quien quiera escucharlas?
6- ¿La sociedad no extraña las ideas políticas de los intelectuales?


1- La actividad literaria es un hecho político, en el sentido amplio del término. Las ideas políticas –más o menos solapadamente– siempre están presentes en la literatura, y el lenguaje, y el contexto en que se lo ejercita, siempre está atravesado por la política. Lo que no significa que todos los textos aborden de forma explícita acontecimientos políticos. Puede ser que la política como tema no esté demasiado presente en los textos literarios de los últimos años, cuestión que no me parece necesariamente negativa.

2- No puedo hablar por los lectores en general. A mí en particular me interesa menos esa posible mezcla entre política y ficción que la calidad del texto, más allá de la temática que aborde.

3- Estoy de acuerdo con lo de Sarlo. Quitarle la carga ideológica a los militantes de los años setenta, y hacerlos protagonistas de un mero relato de aventuras, es banalizar su historia y hacer desaparecer sus ideales. Aunque no creo que el de la literatura sea el campo indicado para llevar a cabo esa restitución. La literatura (la ficción, para ser más claro) sólo sirve para contar historias. Del resto (del abordaje histórico de hechos políticos o sociales) se deben encargar los historiadores, los ensayistas y los dirigentes políticos.

4- El interés del lector me resulta insondable. De todos modos, puedo inferir que el lector (la masa de lectores que consagra best-sellers, si a ella nos estamos refiriendo) no razona demasiado a la hora de comprar un libro: elige por la tapa, por el renombre comercial del autor, o guiándose por las listas de los más vendidos. Su capacidad de elección no va mucho más allá de eso. El mercado y la calidad literaria son totalmente incompatibles.

5- En mi caso, la ideología del autor es lo que menos me interesa. Lo que interesa es la ideología –en el sentido más amplio posible– del texto. Lo que importa es lo que se desprende del texto en sí, independientemente de la figura del autor. Para poner un ejemplo claro: puedo leer una novela de Vargas Llosa, aunque la ideología del autor me resulte detestable.

6- La sociedad ni siquiera se plantea una pregunta semejante.



5 de mayo de 2008

No pongo en el blog todas las notas que hago, sólo las que intuyo que a mí me gustaría leer. En este caso, una entrevista que le hice un par de semanas atrás al gran actor Rafael Ferro y que salió publicada en el último número de Noticias. Clickeando acá se puede leer la versión editada y reducida que salió en la revista, y abajo copio la nota original –mucho más fiel y recomendable–, que escribí con tanto cariño:

A Rafael Ferro lo incomoda dar entrevistas. O al menos eso asegura apenas comenzado el reportaje: "Está bueno tener una charla interesante, pero no me gusta cuando la nota sólo sirve para llenar espacios en las revistas". Esa premisa, la de no ocupar espacios en vano, también parece haber guiado el rumbo de su vida: Ferro fue jugador profesional de squash en Alemania hasta los veinticinco años, y en el apogeo de su carrera, cuando se dio cuenta de que el deporte ya no lo hacía feliz, abandonó todo y volvió a la Argentina para estudiar teatro. "Yo tengo la teoría de que cada tanto hay que reinventarse, romper todo y empezar de nuevo, así me pasó con el squash y en cualquier momento me puede llegar a pasar con esto." Con "esto", Ferro se refiere a la profesión de actor que hoy, a sus cuarenta y dos años, lo encuentra formando parte del elenco de La Lola, la tira emitida por América.

–¿Te aburriste de la actuación?

-No me aburrí de la actuación en sí misma. Disfruto del trabajo pero no del entorno, de la cosa de la exposición. Todo es muy hipócrita, porque parece que a veces sólo importa la fotito. Se dicen muchas pavadas, vos viste lo que es el circo que hay alrededor.

-¿Qué otras cosas te molestan del ambiente?

-Me desagrada la forma en que está medido el triunfo, los parámetros que se usan para medir el éxito. Ahora parece que el triunfo es sólo tener rating y ganar mucha plata. Al que piensa que triunfar es eso yo le diría "retirate y producí una película buena en serio en vez de seguir con los mismos programas". Hay muchos que ya tienen millones y lo podrían hacer tranquilamente (...)


1 de mayo de 2008