29 de julio de 2008

Una lectura, una experiencia

Los estantes vacíos, según Carolina Berduque.

Esta es la historia de una lectura y de una experiencia. De una vivencia de lectura. Entiéndase: no es una reseña. Sólo apuntes de unas cuantas horas vividas con un libro. Como reza el título, se trató en aquel enero de este año de Los estantes vacíos, de Ignacio Molina.

Quizás deba aclarar que conocí a Ignacio en la cresta de la ola de los blogs, hace unos cuantos años y que ya en aquella oportunidad leí unos cuantos de sus relatos. Quizás también deba añadir que me gustaron. Y mucho. Percibí, en aquel momento, agradables resabios de Carver, de Salinger: historias –aparentemente– simples, bien contadas, con las dosis justas de información, sin derroche de recursos. Por eso cuando comencé a leer Los estantes vacíos sabía que iba a disfrutar del libro. Lo que no sabía era que lo iba a vivir. Me explico.

(Para seguir leyendo, clickear acá)

Cuidando la mesa de los argentinos

En la nueva etapa del gobierno popular, el paquete de media docena de salchicas traerá siete salchicas.

28 de julio de 2008

Lágrimas

De chico fui a la psicóloga y a la fonoaudióloga. No sé si habrá alguna relación entre ambas cosas, pero en el recuerdo me cuesta distinguir a las dos mujeres. Las dos tenían el mismo corte y el mismo color de pelo. Señoras de cuarenta y pico de años a mediados de la década del ochenta (que no es lo mismo que señoras de cuarenta y pico hoy, más de veinte años después).

A la psicóloga iba porque me hacía pis en la cama. O al menos eso era lo que yo imaginaba que les respondía a los que me preguntaban. Dudo que en esa época supiera los motivos concretos por los cuales mis papás me mandaban ahí. No es que ahora los tenga muy claros, pero al menos los intuyo. En las sesiones jugábamos bastante. Un día jugamos al voley con una pelota de básquet desinflada y una red de ping pong. Yo tendría ocho años. Ella me contó que de chica jugaba al voley en un club que se llamaba Ipi. Durante mucho tiempo estuve averiguando, casi en silencio, dónde quedaba ese club. Hoy sé que no hay ni hubo ningún club con ese nombre en Bahía. Puede ser, pienso ahora, que mi psicóloga infantil haya vivido su niñez en otra ciudad.

En una sesión hablamos sobre mis miedos con respecto a mi futura operación. Cuando tenía diez años, el 8 de diciembre de 1986, me operaron de un testículo. El problema que tenía se llamaba “testículo ascensor”. Hasta hoy pienso que lo llamaban así porque subía y bajaba todo el tiempo (o, en todo caso, con más frecuencia que lo normal -si es que es normal que suban y bajen), pero no tengo registro en mi memoria de ese supuesto movimiento. Del día de la operación me acuerdo de cómo me fui quedando dormido con la anestesia general, mientras médicos y enfermeras me miraban la entrepierna. Y del post-operatorio recuerdo el dolor que sentí cuando mi papá me despegó una gasa con sangre seca de la punta del pito. Creo que contuve el grito –porque del otro lado de la puerta había unos compañeros de escuela que me habían ido a visitar– pero que con las sábanas me tuve que secar algunas lágrimas.
(...) Todo fue hace tan poco tiempo y a la vez hace tanto, que me mareo. Es como si hubiesen pasado siglos, pero fue ayer nomás (...)

25 de julio de 2008

La fábrica de soda cerró hace años

Por cada cosa que se elige hay millones que se desperdician. Un día escuché esa frase al pasar frente a la vidriera de un negocio de artículos de pesca. Otro día, con la frente arrugada, como dándole importancia a mis palabras, le pregunté a un entrevistado si era tímido o vergonzoso. Por suerte él nunca me preguntó cuál era la diferencia entre esos dos términos.

24 de julio de 2008

76

Estoy leyendo 76, el libro de cuentos de Félix Bruzzone editado por Tamarisco.


22 de julio de 2008

El cazador oculto

Una vez, cuando todavía no tenía ni un libro elegido por mí en mi cuarto, fui a la casa de mis tíos, me paré frente a la biblioteca y les pregunté qué me recomendaban. No quiero exagerar, pero es probable que si esa tarde no hubiera vuelto a mi casa con un ejemplar de El cazador oculto, de J.D. Salinger, en un bolsillo de la campera, el rumbo de mi vida habría sido otro.

A párrafos como el que abre el capítulo 17, y copio acá abajo, llegué a sabérmelos casi de memoria. Ahora hace muchos años que no lo releo, y no sé cómo me impactaría si lo volviera hacer. A los que todavía no tuvieron el gusto de leerlo, les paso en este link un pdf (nunca encontré una buena traducción de este libro, espero que esta sea una excepción).


Era todavía muy pronto cuando llegué, así que decidí sentarme debajo del reloj en uno de aquellos sillones de cuero que había en el vestíbulo. En muchos colegios estaban ya de vacaciones y había como un millón de chicas esperando a su pareja: chicas con las piernas cruzadas, chicas con las piernas sin cruzar, chicas con piernas preciosas, chicas con piernas horrorosas, chicas que parecían estupendas, y chicas qu debían ser unas brujas si de verdad se las llegaba a conocer bien. Era un lindo panorama, pero no sé si me entenderán lo que quiero decir. Aunque por otra parte era también bastante deprimente porque uno no podía dejar de preguntarse qué sería de todas ellas. Me refiero a cuando salieran del colegio y la universidad. La mayoría se casarían
con cretinos, tipos de esos que se pasan el día hablando de cuántos kilómetros pueden sacarle a un litro de nafta, tipos que se enojan como niños cuando pierden al golf o a algún juego tan estúpido como el ping–pong, tipos mala gente de verdad, tipos que en su vida han leído un libro, tipos aburridos... Pero con eso de los aburridos hay que tener mucho cuidado. Es mucho más complejo de lo que parece. De verdad. Cuando estaba en Elkton Hills tuve durante dos meses como compañero de cuarto a un chico que se llamaba Harris Macklin. Era muy inteligente, pero también el tipo más plomo que he conocido en mi vida. Tenía una voz chillona y se pasaba el día hablando. No paraba, y lo peor era que nunca decía nada que pudiera interesarle a alguien. Sólo sabía hacer una cosa. Silbaba estupendamente. Mientras hacía la cama o colgaba sus cosas en el armario –cosa que hacía continuamente–, si no hablaba como una máquina, siempre se ponía a silbar. A veces le daba por lo clásico, pero por lo general era algo de jazz. Elegía una canción como por ejemplo Tin Roof Blues y la silbaba tan bien y tan suavecito –mientras colgaba sus cosas en el armario–, que daba gusto oírlo. Naturalmente nunca se lo dije. Uno no se acerca a un tipo de sopetón para decirle, «silbás estupendamente». Pero si lo aguanté como compañero de cuarto durante dos meses fue porque silbaba tan bien, mejor que ninguna otra persona que haya conocido jamás. Así que hay que tener un poco de cuidado con eso. Quizá no haya que tener tanta lástima a las chicas que se casan con tipos aburridos. Por lo general no hacen daño a nadie y puede que hasta silben estupendamente. Quién sabe. Yo desde luego no.

(…)

18 de julio de 2008

Oyola, premio Dashiell Hammet de novela negra

En la mañana española de hoy, a mi amigo Leo Oyola le anunciaron que es el ganador del premio Dashiell Hammet de la Semana Negra de Gijón.

(me lo acaba de avisar Funes, y así lo lo informó El Mundo, de España)

Nunca tan merecido.
Felicitaciones, Tigre.

17 de julio de 2008

Yo me pregunto...

¿Qué habría pasado si la cosa hubiese sido al revés: si el que tenía que definir la votación era parte de la dirigencia del campo pero terminaba votando a favor del gobierno? ¿De cuántos millones en coimas estaría hablando la oposición? No quiero decir con esto que no exista la posibilidad de que el gobierno haya coimeado a alguien de alguna manera. Ni que Cobos haya sido coimeado. Sólo me pregunto por qué por ciertas mentes supuestamente impolutas, y por ende totalmente objetivas, puede rondar esa duda en algunos casos y no en otros.

¿Por qué el vicepresidente no habló en ningún momento sobre la ley en debate? ¿Por qué centró su discurso en sus miedos y en sus angustias personales? ¿Lo importante eran sus miedos, o lo importante era la ley que tenía que avalar o rechazar? Esta mañana dijo algo así como que no había que dramatizar, que esta era una ley más, que no significaba ninguna bisagra. Si esto era tan así, ¿por qué al tratar de justificarse y de convencerse temblaba como una hoja? ¿Por qué, si la ley no era tan crucial, dijo que se trataba del día más difícil de su vida?

¿Por qué, si sólo mediaron unas pocas horas no hábiles entre la noticia narrada y la entrada a la imprenta de la misma, el mayor diario argentino titula su edición de hoy con un agorero “crisis política”? ¿Hubo tiempo de que ocurriera alguna crisis política en esas pocas horas? ¿O se tratará sólo de una expresión de deseos?

¿Qué es lo que festejan las clases medias y altas republicanas, la derecha oligarca, la Coalición Cívica Libertadora, el progresismo blanco y gorila, la Unión Cívica Socialita, los trotskystas de derecha, la prensa amarilla y mercenaria, los piquetruchos abrazados a los discípulos de Martínez de Hoz? ¿Una posible reforma agraria, el advenimiento de una revolución, la posibilidad del lomo a ochenta pesos, el fin de la grasada y de los chorros en el gobierno? Cada cual tendrá sus motivos. Por lo pronto, lo que tal vez puedan empezar a festejar algunos son cosas más concretas: el aborto de una tímida vuelta del intervencionismo estatal, el aliento al cultivo de soja en detrimento de la ganadería y la lechería, el cross a la mandíbula a una tibia perspectiva de políticas progresistas.

Chiste triste

Dicen que el grupo de cumbia favorito del ¿todavía? vicepresidente, no sería Los Leales.

16 de julio de 2008

16/7

Querido blog:

Anoche, resfriado, y con un rollo de papel higiénico en la mesa de luz para sonarme la nariz cada diez minutos, estuve desvelado hasta las cinco de la mañana. Como hago siempre que no puedo dormir, traté de pensar en lugares tranquilos a esa hora de la noche. Por ejemplo: la cancha de básquet, vacía y oscura, de Napostá de Bahía; la cima de la sierra de la Ventana; una esquina desierta de La Paternal…

Cuando conseguí dormirme, soñé que era diputado de la Nación. Alguien lograba echar "por traidor" a Felipe Solá, y yo, a través de un sorteo que se hacía "entre todos los ciudadanos mayores de treinta años y con más un metro ochenta y dos de estatura", entraba en su lugar. A las primeras dos jornadas laborales iba con zapatillas y remera, pero a la tercera me ponía camisa y botitas de gamuza. Recién ahí se me acercaba alguien a hablarme. Cuando me preguntaban de qué bloque era, yo no sabía qué decir. Esperaba que alguien viniera a convencerme de que era de su bloque. Al cuarto día, uno de los porteros del Congreso me contaba que yo cobraría 3500 pesos en efectivo y 800 pesos en tickets restaurante.

Esta mañana, entre otras cosas, trabajé escuchando la radio, terminé de leer un relato de Carson Mcullers, le cambié dos veces los pañales a mi hijo y caminé hasta el supermercado. De las góndolas de la carnicería salía un aire tan frío que me volvió a dar un ataque de estornudos. La cara de la cajera me sonó conocida, pero ella no me miró de ninguna manera especial. En otra época de mi vida hubiera sentido la necesidad de hablarle. En otra época de mi vida todas las cosas me resultaban extrañas.

15 de julio de 2008

Dialoguito

–Yo lo agarro del brazo y vos le tapás la boca así.
–Dale…


14 de julio de 2008

Siguiendo la luna

Vuelven los Cadillacs, uno de los grupos de música popular más importantes de la historia argentina. Ya tocaron gratis en el Planetario, y se sabe que van a grabar dos discos, con canciones nuevas y reversiones, y a hacer una gira por Latinoamérica que va a terminar en diciembre en la cancha de River. No se puede pretender que vuelvan a tocar con la actitud punk que tenían hace quince años, ni que Vicentico vuelva a romper guitarras contra el escenario o a tirarse de cabeza al medio de un pogo. No es lo mismo tener cuarenta y cinco años que veintinueve. Pero sí se puede esperar que no suenen demasiado pop latino o que, al menos durante los conciertos, no se note demasiado el negocio. Acá abajo (gentileza de lfcrarezas) una hermosa canción tocada por algunos de ellos durante una celebración íntima.

13 de julio de 2008

11 de julio de 2008

10 de julio de 2008

Enigmas del autogoogleo

En la sección "libros favoritos" de su página web, esta chica mexicana (que dice gustar de "las flores de Liz, la mota, el alcohol y el sexo") enumera:

-Aprender a mirar, de Robyn Quin
-No se admiten personas perfectas, de John Burke
y
-Palabras de Pedro Mairal acerca de Los estantes vacíos, de Ignacio Molina (¿?)

8 de julio de 2008

Tren

Esta mañana salí de mi casa para ir a tomar el tren, pero, supongo que demasiado sumergido en algún pensamiento, al llegar a la altura de la estación seguí de largo unos cincuenta metros, me metí en la boca del subte y caminé hasta la ventanilla.

-Uno de ochenta –dije, y recién cuando noté que el vendedor de boletos me miraba desconcertado salí de mi distracción.
-Perdón –le dije con la mano, y con la cabeza gacha y un poco de vergüenza volví sobre mis pasos.

*

Todo pasó en menos de quince segundos:

Una mujer subió al tren con un cochecito de bebé y una nena de primaria con mochila rosa y guardapolvo. La mujer, muy apurada, enseguida se cambió de vagón, y su hija mayor, que había empezado a caminar hacia el otro lado, giró la cabeza y se dio cuenta de que estaba sola. Repitiendo “mamá” y mirando hacia todas las direcciones, la nena salió al andén y se quedó ahí parada, quietita y llorando. Y entonces yo, que había seguido los movimientos de su madre, alcancé a decirle que se calmara y a arrastrarla de un brazo hacia el interior del tren antes de que se cerraran las puertas. Su mochila con rueditas quedó del otro lado, pero, hábil de reflejos, un diariero que había visto toda la escena se la alcanzó a otro tipo por una de las ventanillas abiertas.

Aunque mi intención no había sido la de ser protagonista, no pude evitar que la mayoría de las miradas se centrase en mí, y hasta el guarda, que venía caminando por el pasillo, se acercó a hablarme con el mismo tono con el que pedía boletos.
-Te das cuenta, cualquiera puede ser madre, flaco –teorizó, y con un gesto que supuse cómplice me preguntó retóricamente: -¿Dónde estaba la boluda? ¿Rascándose la argolla?

6 de julio de 2008

Este es el cuento de Federico Levín que leí el viernes a la noche en una esquina del Abasto.

4 de julio de 2008

1994

(Gracias Alex)

1 de julio de 2008

En el río


Entrevista con Pablo Trapero (II)

Primera parte, acá.

Segunda parte:

...Mi paternidad fue el punto de partida de la película. Desde que fui papá me cambió la perspectiva de muchas cosas. A mí me sonaba que eso era como un chamuyo que decían los grandes, pero me di cuenta de que tenían razón. Me impresionó mucho todo lo que fui viviendo en la intimidad con ese vínculo. Yo tenía la fantasía de que ser padre te achanchaba, pero para mí fue todo lo contrario: te da vitalidad, te cambian las prioridades, tus necesidades se modifican. Y la película tuvo mucho que ver con eso...

...Porque antes de ser una película sobre la cárcel, Leonera es una película sobre la maternidad. Su origen fue querer contar una historia sobre el vínculo increíble que se genera entre una mamá y su chiquito, sobre todo en el embarazo y el período de lactancia. Los papás, por más amor que tengan por su hijo y su mujer, están medio como testigos de esa relación: vas y ves en qué podés ayudar, pero hay una cosa simbiótica entre la mamá y el chico que es media milagrosa...

...Ni hablar del momento del parto: yo presencié el parto y fue una cosa que no me olvido en mi vida. Una cosa entre animal, un poco chancha, un poco tierna . . . Entonces yo tenía ganas de contar eso, y también cómo se modifica una mujer, cómo toda su humanidad se transforma tan rápidamente, y cómo se da ese torbellino de emociones, a medio camino entre lo instintivo y lo intelectual, lo sensorial, todo medio mezclado...

...O sea que es una película sobre la relación entre Julia y Tomás, sobre los chicos y sobre la responsabilidad de los adultos sobre los chicos también. Porque en la película es más fácil ver cómo afecta una decisión o cómo afectan en la realidad los adultos a los chiquitos, pero nosotros somos responsables de los chicos todo el tiempo, desde la elección de dónde lo mandás a la escuela, cómo los alimentás, en qué universo lo acompañas. Cada una de las decisiones que uno va tomando en el día a día va a afectar la vida de tu hijo o de otro chico, y la película también habla de eso desde otro lugar: el poder atroz que uno tiene sobre los niños, y cómo inconscientemente uno puede afectar muchas cosas sin tomar conciencia del nivel de invasión que hay sobre el chico...

...Y esta disyuntiva que pasa en la película, qué es mejor, estar libre pero sin su mamá, o estar con su mamá pero preso, en muchísimas cosas menos estridentes se dan todos los días. No por nada los psicólogos se la pasan hablando de cómo nos afectan nuestros primeros años de vida, y de cómo sobrevive uno a ese período de formación. Y todo eso se ve en el universo de la peli, representado en la historia de Julia y Tomás...

*
...Siento que para mucha gente la película va a provocar muchas de estas preguntas, dudas, pensamientos, más allá de los casos puntuales. Como aplicar eso para la vida cotidiana, todas esas cositas silenciosas del día a día en la película están expresadas de una manera extrema. Creo que lo que permite la imagen es materializar un montón de pequeñas cositas como las estamos hablando, sin que se las denuncie directamente...

...Durante estos primeros años de vida de Mateo, estaba muy alucinado y tenía ganas de contar historias que tuvieran que ver con eso. En su momento fue Nacido y criado, que era más sobre la paternidad, y en Leonera es sobre el universo femenino alrededor de la maternidad. Tenía ganas de entrar al mundo femenino, donde el universo fueran las mujeres y donde los hombres sean menos protagónicos...

*
...Martina es actriz desde muy chiquita. A los 17 tuvo el privilegio de ser alumna de Gandolfo, un gran maestro, y cuando nos conocimos ella ya trabajaba en producción y estaba alejada de la actuación. Nos conocimos trabajando, y desde entonces yo le pedí que volviera a actuar, que hiciéramos una experiencia juntos. Hicimos Nacido y criado, donde nos habíamos cagado de frío a no sé cuántos kilómetros de Buenos Aires, y después le propuse que hiciéramos la próxima película juntos, con ella como protagonista, una película chiquita, con dos o tres personajes, que pasara en un departamento. Y Martina empezó a escribir la historia de Ramiro, Nahuel y Julia, de este vínculo complicado entre los personajes, que terminaba con un crimen. Me la mostró y le dije “buenísimo, pero vamos a hacerla de ahí para adelante”. Entonces ella estuvo involucrada desde muy temprano en el desarrollo de Julia, mientras yo trabajaba con el guión. Y las dos cosas nos fueron enriqueciendo desde muy temprano...

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...Lo que pasa que nosotros nos conocimos así, nuestra vida es así desde el principio. En nuestro caso fue mucho más intensa, porque además de que Martina es actriz y productora ejecutiva, yo soy director y productor, entonces las jornadas de laburo era medio matadoras. Cuesta a veces encontrar el límite y decir “bueno, listo, llegamos a casa, hablemos del clima, de cualquier cosa”. Pero yo disfruté mucho la verdad, y Martina, a pesar de tener un personaje muy difícil, también lo disfruto. Creo que eso se ve en la película. Si no hubiera existido esa química, la película no hubiera salido bien...

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...Si vos perdés mucho tiempo escuchando lo que dicen, te distraes. Las críticas, tanto cuando son a favor como cuando son en contra, son opiniones. Como director me expongo a que la gente opine si la peli le parece una obra maestra o le parece una bosta. Pero es parte del aprendizaje de un director entender ese diálogo que la película tiene con la gente que la ve y que eso no afecte tu camino. Me halaga que todo el mundo diga que soy bueno como director, no te voy a decir que no, pero trato de mantener cierta distancia con eso para poder seguir haciendo cosas. Por suerte las críticas son buenas, y eso da un poquito de seguridad y eso ayuda con los productores y los distribuidores para seguir proyectando otras cosas...

*
...Yo entiendo que una película es un hecho de comunicación, y que tiene que haber alguien que escuche y que quiera participar de esa idea. No me gusta pensar una película como un producto que la gente va a tener que ir a ver, pero sí me gusta ir y meterme en una sala y sentir la reacción del público. Además quiero que se vea porque es un tema que me importa que se hable. Me gusta que las películas vayan teniendo su camino independiente, y para eso es necesario que haya gente que las vea...

...Si un tipo hace arte, uno puede pensar que es por el hecho espontáneo de evacuar una necesidad de expresión. Pero yo creo que también el arte es una herramienta de comunicación, y que alguien tiene que ver esas películas, leer esos libros o escuchar esa música, para que se complete. Uno puede decir “no me interesa que la vean un millón de personas”, pero algún público tiene que haber para poder tener un feedback. Creo que el arte tiene una función en la sociedad, y me gusta ejercer esa función. No sólo entretener o expresarse, sino también formar parte de un movimiento de comunicación, de decir las cosas que no te gustan, proponer cosas para que las cosas sean diferente. Creo en eso...