31 de julio de 2005

Naranjas

–Hay pocos faroles en la calle.
–¿Pocos faroles?
–Sí. No van a alcanzar para colgarlos a todos.

Los que hablaban eran dos jubilados que, por la forma en se miraban, supuse que se acababan de conocer. Aunque tomé la conversación empezada, supe que estaban hablando de "los políticos corruptos" o de algo por el estilo. Ninguna de las seis o siete personas que se enfilaban tras la caja terció en la charla. Si estuviéramos en el verano de tres años atrás (en el "ardiente verano post-argentinazo", como escriben los periodistas al referirse a los comienzos del 2002), pensé, hasta yo mismo podría haber hecho alguna acotación.

Debo reconocer que desde hace algunos meses, cuando el supermercado chino cambió de dueño –siempre manteniendo el gentilicio– se notan algunas mejoras: nueva iluminación, mayor limpieza, góndolas más amplias. De todos modos, no pasan demasiados días sin que pueda verse alguna cucaracha en la zona del pan o de los embutidos.

Las cajeras ahora usan pecheras que tienen estampado bien visible el logo del comercio, y tengo la impresión de que una de ellas, la única oriental, es la hija del dueño; siempre estoy a punto de preguntárselo, pero me arrepiento al fantasear con que me voy a meter en problemas.
Otro cambio implementado por la nueva administración incumbe a los rubros de carnicería y verdulería; ahora el importe de lo que se compra en esas secciones se abona directamente ahí. Antes, mediante un simple sistema de vales, se unificaban las cajas.

El verdulero tiene alrededor de treinta y cinco años y es hincha fanático de River Plate. A las mujeres mayores las trata de "nona" o de "abuela", y a ciertas jóvenes de "mami". Hasta el verano, cuando las normas del local en cuanto a la estética eran menos rígidas, tenía decorado su sector con pósters y banderines rojiblancos. Los lunes, invariablemente, los pasa comentando los partidos con el carnicero de turno y analizando las estadísticas de la fecha con el diario deportivo abierto sobre la balanza.

A mí, tal vez por verme hacer las compras casi todas las mañanas, me tiene catalogado como "el cocinero" de mi casa. Siempre me pregunta, con un dejo de sorna, qué plato exótico tengo pensado, y yo otorgo en silencio levantando las cejas.

Ayer a la mañana, cuando le pedí un kilo de naranjas, me hizo reír.

–Para comer o para jugo –me preguntó, y después, mientras se inclinaba sobre el cajón que yo le había indicado, reflexionó en voz alta: –Para comer o para jugo, qué boludez, Díos mío…

A mi lado había una "nona" que, tal vez por estar un poco sorda, no amagó ni a un rictus de sonrisa. Unos metros más allá, acodado en un pequeño mostrador, el presunto padre de la cajera acababa de levantar un pedido y, fiel a su costumbre, despedía al corredor con malos modales.

–Qué se le va hacer . . . para comer o para jugo . . . es la costumbre –me dijo el verdulero, colorado por la risa, mientras miraba cómo se modificaban los números verdes en la pantalla digital de la balanza.

29 de julio de 2005

Papeles viejos

EVALUACION DE FILOSOFIA

Fecha: 31 de agosto de 1993
Alumno: Ignacio Molina Shakespeare
Curso: 4° Shakespeare

Preguntas:
1) ¿Qué entiende por estoicismo?
2) ¿Explique la concepción ateísta, teísta y panteísta?
3) ¿Qué es la patrística?
4) ¿Cuál es el "objetivo filosófico" de Santo Tomás de Aquino?

Respuestas:
1) -------------------------
2) -------------------------
3) La concepción filosófica patrística fue una escuela cuyo mayor pensador era San Agustín. Tenían los mismos ideales que los antiguos cristianos pero anteponían a la fe por sobre la razón.
4) El objetivo más grosso de Santo Tomás de Aquino y de su grupo de fans era el de imponer las ideas de la escuela filosófica Domínica Hiperbólica, de la cual el chabón era uno de sus líderes.

Resultados:
1) Cero
2) Cero
3) Uno con cincuenta
4) MUY MAL (Y NO SE HAGA EL GRACIOSO, MOLINA)

Nota final: 1,50

26 de julio de 2005

Ni hablar . . .

Alguien me hizo notar que, en la corta vida de Unidad Funcional, ya nombré dos veces a los negocios de comida rápida, y eso me hizo pensar que, así como Gustavo Nielsen escribe que un blog es a la literatura lo que un stand es a la arquitectura, yo podría decir que un blog es a la literatura lo que un local de ese tipo es a un restaurante.
Mi posición acerca del "problema blogs, ficción y formatos" ya la dejé asentada aquí, en uno de mis primeros post, y ha recibido ecos de voces críticas en otros espacios. Pero sobre ese tema ya volveré más adelante; a otro asunto pensaba abocarme ahora.

Volviendo al enunciado del primer párrafo, pongo en claro que, como en todos los ámbitos, hay excepciones que confirman las reglas. Blogs que dejan de lado la inmediatez, la coyuntura, el cortoplacismo, el personalismo y la escritura jam session, para abordar un nuevo género, tan alejado del relato tradicional como de la vacía crónica diaria: la literatura bloguera, tal como lo definiera Vico, el autor de uno de los blogs a los que me estoy refiriendo.

En "Ni Hablar" y post tras post (suerte de aguas fuertes porteñas del Sigo XXI), Vico edifica una impecable y sólida obra. Textos como Los Alfonsinistas, La alfojarización de la vida o Trenes rigurosamente vigilados –por nombrar sólo tres– merecerían un lugar de privilegio en una futura e hipotética antología bloguera.

Como si con su cosecha propia no alcanzara, en la entrada del jueves último Vico publicó una imperdible entrevista con Adriano Torres, un escritor muchas veces injustamente olvidado por la academia y por el ámbito literario porteño. Luego de cinco años de búsqueda, Vico pudo dar con su paradero y logró reunirse con él en su buhardilla del pueblo santafecino de Villa Gobernador Gálvez. En la charla, Una vida consagrada a la literatura, el autor de "Las cerraduras rotas" y "El Periscopio 26" (entre muchos otros libros que ya empecé a rastrear por las librerías de viejo) describe un día de su vida y habla, entre más cosas, sobre el boom latinoamericano, la problemática cine-literatura, y sus oscuros años de militancia política…

24 de julio de 2005

Domingo

Esta mañana, caminando descalzo por la cocina, sintiendo el frío de las baldosas en las plantas de los pies, me escuché decir en voz alta: "qué lindo que es esto".
"Esto" era la taza de leche caliente con vainillas, el diario intacto asomando por debajo de la puerta, la cama tibia, los suplementos dominicales, el tiempo para escribir, la perspectiva del almuerzo, de la tarde libre en compañía, de la visita al video club…

Menos de diez horas después, parado en el mismo lugar, me encontré diciendo en voz baja: "qué feo que es esto".
"Esto" era la penumbra general, la sordidez de la tarde, las noticias del diario, la radio AM sin el pasatiempo futbolero, la tarea inconclusa del trabajo, el nuevo Feliz Domingo en la tevé, la calle fría y vacía, la perspectiva del lunes a la mañana, la cuenta regresiva hacia la alarma del despertador…

Ahora ya estoy cerca de la medianoche y, mientras veo cómo a lo lejos se van apagando las luces de los edificios, escribo en el blog con la tenue esperanza de que todo tienda a equilibrarse.

22 de julio de 2005

Es como todo . . .

. . . HAY AMIGOS CONTENEDORES . . .

. . . Y AMIGOS CON CUCHILLO.

20 de julio de 2005

Consigna

Al texto que transcribo más abajo lo hallé en un diskette del año 1999. Fue escrito a partir de una consigna de uno de los dos talleres literarios a los que asistí en la década pasada (en ninguno duré más de dos o tres "encuentros", pero de eso ya me encargaré más adelante). La consigna era escribir un texto que contuviera la esquela: "AYER LOS VI DE NUEVO. AHORA SI NO TENGO DUDAS. HOY VOLVE A TU CASA MAS TEMPRANO". Y esto fue lo único –y más bien poco– que me dejó ese taller:

Julia se había cansado de su matrimonio de veinte años con Marcelo. Pero como no se atrevía a pedirle cara a cara el divorcio, por cobardía o por miedo a su reacción, le mandaba sugerentes cartas al trabajo, redactadas a máquina y firmadas por una tal Betty, en cuyas post datas, junto a tres equis que significaban tres besos, le dejaba un número telefónico.

El plan de Julia era simple: una amiga de una amiga suya se haría pasar por Betty y, en el momento del encuentro con su marido, ella los encontraría in fraganti y desataría un escándalo. Pero como Marcelo nunca respondió al pedido de las cartas, Julia tuvo que cambiar de plan.

Aun sabiendo que el remedio podía llegar a ser peor que la enfermedad, pero decidida a terminar con su matrimonio sin tener que dar explicaciones, lo primero que hizo fue conseguirse un amante. Después empezó a mandarle anónimos a su marido al trabajo, en los que confesaba su nueva relación con el almacenero de la esquina, un hombre veinte años menor que ella.

SE ENCUENTRAN EN TU PROPIA CASA, ENTRE LAS CINCO Y LAS SEIS DE CADA TARDE, ANTES DE QUE TU HIJO VUELVA DEL COLEGIO,

decían algunas notas, y también:

AYER LOS VI DE NUEVO. AHORA SI NO TENGO DUDAS. HOY VOLVE A TU CASA MAS TEMPRANO.

Lo curioso es que, tal vez por miedo o por cobardía, Marcelo no sólo siguió saliendo del trabajo a la misa hora de siempre, sino que nunca volvió a comprar vino en el almacén de la esquina.

18 de julio de 2005

De Charles Baudelaire (a los jóvenes literatos)

De los métodos de composición

Hoy por hoy hay que producir mucho, de modo que hay que andar de prisa; de modo que hay que apresurarse lentamente; pues es menester que todos los golpes lleguen y que ni un solo toque sea inútil.
Para escribir rápido, hay que haber pensado mucho; haber llevado consigo un tema en el paseo, en el baño, en el restaurante, y casi en casa de la querida.
Cubrir una tela no es cargarla de colores, es esbozar de modo liviano, disponer las masas en tono ligero y transparentes. La tela debe estar cubierta -en espíritu- en el momento en que el escritor toma la pluma para escribir el título.
Se dice que Balzac ennegrece sus manuscritos y sus pruebas de manera fantástica y desordenada. Una novela pasa entonces por una serie de génesis, en los que se dispersa, no sólo la unidad de la frase, sino también la de la obra. Sin duda es este mal método el que da a menudo a su estilo ese no se qué de difuso, de atropellado y de embrollado, que es el único defecto de ese gran historiador.

Del trabajo diario y de la inspiración

Una alimentación muy sustanciosa, pero regular, es la única cosa necesaria para los escritores fecundos. Decididamente, la inspiración es hermana del trabajo cotidiano. Estos dos contrarios no se excluyen en absoluto, como todos los contrarios que constituyen la naturaleza. La inspiración obedece, como el hombre, como la digestión, como el sueño. Si se consiente en vivir en una contemplación tenaz de la obra futura, el trabajo diario servirá a la inspiración, como una escritura legible sirve para aclarar el pensamiento, y como el pensamiento calmo y poderoso sirve para escribir legiblemente, pues ya pasó el tiempo de la mala letra.
15 de abril de 1846

17 de julio de 2005

Haiku dominguero

Con el rumor apagado

del relato del fútbol

se suicida el domingo.

14 de julio de 2005

Algo que suene

El fin de semana pasado estuve en Bahía Blanca. Llegué el sábado a la mañana y el domingo a la noche volví con mi sobrina, que venía a alojarse a lo de su abuela durante la primera semana de las vacaciones. A su edad, yo también venía a Buenos Aires en esta época del año y hacía casi lo mismo que ella está haciendo ahora: paseaba en colectivo; me asombraba con el subterráneo; iba al cine, al circo o a ver obras infantiles; salía a locales de comida rápida que en mi ciudad aún no existían; visitaba el Cabildo y les tiraba migas a las palomas de la Plaza de Mayo.
Una mañana, creo que en la zona del Italpark, un mago con galera metió un pañuelo en la manga de un nene que pasaba por ahí y lo sacó a los pocos segundos del cuello de mi camisa. Esa misma tarde lo vi por televisión, haciendo lo mismo en un programa llamado "Sábados de la bondad", y todos los que estaban conmigo –menos yo, que me quedé callado hasta la noche–, juraron haberse dado cuenta del truco.

En su casa, el domingo a la tarde, mi sobrina intentó enseñarme a jugar al ajedrez (sin "jate maque" ni "intrucciones raras"). Después armamos un rompecabezas y dibujamos con crayones, inclinados sobre la mesa de la cocina, en hojas rayadas de cuaderno. Ella había hecho una casa, un árbol y un vestido, y me pidió que le nombrara alguna otra cosa "que suene" con esos dibujos.
–¿Que suene, qué quiere decir eso? –le pregunté.
–Algo que suene, no sé . . . que combine –explicó.
Podría haber dicho "algo que pegue" o "algo parecido", pero me gustó que tratara a las imágenes como si fuesen palabras o, más bien, notas musicales.

12 de julio de 2005

Manuel Puig

De balcones vecinos

Si Peter Handke (Griffen, Austria, 1942) hubiera tenido un blog en su juventud, podría haber posteado lo siguiente:

Qué hábiles parecen muchas mujeres en todas las circunstancias de la vida: por ejemplo, cuando cierran las persianas de noche, sólo se ven las puntas de los dedos: la palabra "burgués" es de hecho una denominación de lo asqueroso.

Llueve, y es como si las gotas fueran recogidas por todas partes en cubos de metal; la lluvia no cae sino que, por así decirlo, es arrojada, y recuerda de pronto a un lenguaje: el lenguaje de la lluvia.

La agente de policía, muy animada, mientras dirige el tránsito le tira besitos al bebé . . . y sin embargo, me parecería muy natural verla bien muerta en el próximo instante.

Un hombre marchaba rumbo a una puerta, con el brazo extendido preparado para el saludo fascista; apoyó el brazo en el marco, se quedó parado y todo perdió enseguida su significado y se volvió pacífico.

El saquito de té de manzanilla abierto en la basura y en el mismo momento la imagen de los estómagos abiertos de las gallinas, repletos de granos de maíz.

8 de julio de 2005

Socorro, me llevan . . .

(clickear en la imagen) Continuará . . .

6 de julio de 2005

Ranuras inexploradas

El domingo jugué al básquet. Si bien mis números en la ofensiva fueron bastante decorosos (12 puntos, incluidos dos triples y un gancho "cielo" desde fuera de la pintura), la derrota de mi equipo, el bajo rendimiento defensivo y los pocos rebotes tomados no me permitieron convertirme en el MVP de la jornada.
Si tuviera que hacer una analogía entre el básquet y la escritura, diría que, así como cada jugada debe tener su timing y su coordinación, cada frase debe tener su música. En ambos casos, la táctica y la estrategia deben ser el sustento para la creatividad. Tanto en el parquet o en las baldosas como en el papel o en la pantalla, tiene que haber tensión, justeza, sorpresa e imaginación. Siempre hay que darle un espacio al rival o al hipotético lector; hay que medirlo a la distancia para volver a atacar. Y cada tanto, para resolver los problemas que uno mismo elabora, hay que tomarse un minuto.

Más tarde, en el camino de vuelta, frenamos en un semáforo rojo de la avenida Cabildo. Ya era de noche, sólo los kioscos, las farmacias y los restaurantes estaban abiertos. En la esquina había una montaña de bolsas de basura y, como al término de cada fin de semana, el resto de la vereda también se veía mugrienta.
Del otro lado de la avenida, en la ventana de un primer y único piso, vi las luces cambiantes de un televisor. Delante de la pantalla había dos nenes que jugaban a pelearse a las trompadas, como actuando para las decenas de peatones y de autos que recorrían la cuadra, y no era difícil imaginar la parte del living oculta por la pared: juguetes tirados en el suelo, olor a encierro, una mesa cubierta por un mantel de hule floreado, a la vez cubierto por migas, platos con sobras de fideos y una botella con jugo.
El edificio, antiguo, de dos departamentos al frente y pintado de amarillo, está encima de un negocio de ropa juvenil y aprisionado entre una torre de veinte pisos y un local de comida rápida. A pesar de los años que llevo caminando por esa avenida, nunca había reparado en esa ventana como quedada en el tiempo.
Cuando el auto volvió a arrancar me dije que lo que estaba pensando también tenía que ver con la escritura, que escribir no era más que eso: descubrir en el paisaje cotidiano ranuras inexploradas, pasear con anteojos nuevos por lugares conocidos.

4 de julio de 2005

Papeles viejos

Como conté en la última entrada de junio, durante alrededor de un año y medio atendí un maxi kiosco en el barrio de Villa Urquiza. Durante las horas de escasa afluencia de público, y cuando me aburría de leer o de escuchar la radio, tomaba notas en cuadernos espiralados o en los dorsos de las boletas de compras. Algunas de esas notas, que la semana pasada, al volver de Rentas, encontré en el fondo de una caja de papeles viejos, son las siguientes:

Un hombre de cincuenta años me pide un paquete de Philip Morris y una caja de preservativos de dos pesos.
–Dos pesos con veinte están ahora –le digo dándole el atado.
–¿Y no tenés Tulipán?
–No me quedaron. Tengo éste, de dos pesos veinte.
–Bueno, dejá che. Llevo los puchos nomás, no vale tanto.

Un nene me da tres monedas de diez centavos pegoteadas con chicle. Tengo que dejarlas en remojo y lavarme las manos con detergente.

Según la colorada, si llenás una botella de gaseosa de litro y medio con monedas de un peso juntás cerca de mil.

Las palabras, por sí solas, no expresan nada; sólo consignan. Alguien puede informar, con una misma cantidad y un mismo tono: "Excursionistas ganó uno cero con gol sobre la hora" y "Mueren treinta personas por día en accidentes de tránsito".

Tres chicas de catorce o quince años me piden un Marlboro 10. Esperando, detrás de ellas, hay un cliente habitual. Cuando llega su turno, y antes de señalar con la frente la zona de su marca de cigarrillos, mira a las chicas con desaprobación y me mira a mí como buscando complicidad.

1 de julio de 2005

Vengo

Vengo al blog como iba a la terapia psicoanalítica; la mayoría de las veces sin saber qué decir.

Vengo al blog, y viniendo al blog me vengo –podría exagerar alguien– de la terapia psicoanalítica.