29 de septiembre de 2005

A cuento de nada

Me retan; me dicen que hacer varios días que no publico nada en el blog. Y es verdad. Para comenzar la semana había planeado postear un largo texto, pero el lunes me desperté con una fuerte jaqueca que, además de dejarme el día entero en cama, borró de mi memoria todo lo que había pensando la noche anterior.
Ahora, tres días después, sigo con esa parte de la mente en blanco, pero, atendiendo a las voces que piden mi vuelta, me decido a publicar cualquier cosa (en este caso, y a cuenta de nada en especial, la lista de comments dejados en Naranjas).


Mis chinos no hablan español, casi nada. El carnicero siempre está durmiendo. La fiambrera china también, y cuando está despierta con un ojo medio cerrado pregunta algo que no le entiendo. La verdulera es peruana o boliviana y es divina, no tiene dientes pero le entiendo. Hay cucarachas también. Los precios son más caros que en el Manyi de 6 cuadras de distancia. El dueño o encargado siempre está con campera de cuero negra, y el otro día al darme el vuelto estiró deliveradamente su dedo para tocar el mio. El empleado "todo lo hace" siempre me chifla o me dice algo.Odio ese supermercado. Lo odio.Saludos
By Marina, at 8:42 PM

Perdón por ser pesada pero me quedé pensando: Tomar es lo mismo que comer?
By Marina, at 8:48 PM

Muy buena descripción.También odio ese supermercado, aunque ahora esta un poco mejor. El dueño anterior ademas de sucio era muy mal educado.Y sobre las naranjas...está bien...siempre te preguntan si son para jugo...
By Anonymous, at 7:56 AM

Molina, la próxima sorprenda y pida naranjas de ombligo.
By Anonymous, at 8:51 AM

Gracias por la idea, Anónimo. Y para terminar de sorprender al verdulero, cuando me pregunte por el plato exótico, le voy a pedir dos kilos diciéndole que tengo pensado un Pato a la Orange.
By Ignacio Molina, at 9:18 AM

Molina, me olvidé de aclararle que las de ombligo son para comer, no sea cosa que por hacerse el entendido quede más ignorante.
By Anonymous, at 10:17 AM

Mi alma caprichosa y riverplatense me obliga a hacer una corrección a este delicioso (sea para comer o para jugo) relato. Donde dice rojiblanco se debe invertir el orden de los colores, ya que la bandera de River Plate es blanca y roja. O sea: blanca, roja, blanca.Mil disculpas por el atrevimiento, me siento un poco estúpido corrigiendo cosas sin importancia, pero bueno, quizás en algún momento le sirva de algo saber esto.
By Lyon, at 2:35 PM

Buah, somos unos cuantos al parecer los que no sabemos distinguir entre las ombligueras y las jugueras. habrá que establecer una mnemotécnica. porque si bien, gracias a uds me acabo de aprender cuál es cuál, se trata de esas cosas que me caen, indefectiblemente, en saco roto.Mi verdulero me mira seriamente y me dice, adusto, -de ombligo?-Claro, respondo yo haciéndome la que ambos sabemos claramente a qué nos referimos...
By mirona, at 7:40 AM

Mirona: las de jugo son más ricas, y son para tomar.
Molina: pato a la naranja? no creo que sorprenda con eso, es el primer plato que sube a la cabeza hecho con naranjas, el primero y el último, porque quién come eso???Saludos
By Marina, at 8:58 AM

Una vez comí Pato a la Naranja en un restaurant muy cheto de Puerto Madero. Molina estaba presente y puede dar fe. No fue muy rico que digamos, pero el problema no eran las naranjas, sino la carne de pato, que, según mi gusto, se parece demasiado a la suela de una zapatilla.
By Vico, at 10:07 AM

Es cierto. Eso fue hace tres años, en agosto de 2002. Recuerdo el mes, porque ese día, más temprano, me avisaron que había ganado un concurso literario. Yo pedí un plato más sofisticado y exótico que el de Vico, y él me cargaba diciendo: "el jurado ya se va a enterar dónde come el autor de ese cuento proletario" o "mirá cuando le cuente a Groch", refiriéndose a un literato muy especial, mezcla de Dalmiro Sáenz y Pepe Mugica, que en ese momento yo tenía como cliente-alumno-paciente.Los mozos nos trataban de usted (cosa a la que recién ahora, leyendo los comments de este blog, me esoy acostumbrando) y con una delicadeza extrema bastante incómoda. Hasta no hace mucho tenía imantada a la puerta de la heladera la factura de esa cena: unos $500 entre cuatro comensales. Claro que fue todo canje, ni Vico ni yo pusimos un centavo.
Más tarde esperamos un colectivo en el Bajo junto a uno de los mozos, que no respondió a nuestros saludos y nos miró con algo de extrañeza.
By Ignacio Molina, at 11:00 AM

Muy buena la descripción, aunque me quedé con más ganas de la historia en la que se toman el mismo colectivo que el mozo de Puerto Madero. Creo que valdría la pena más detalles.
By pcossi, at 3:41 PM

Molina, y resto de comensales, encantadora esta nota al pie...Me voy a tomar un juguito o a mordisquear una de ombligo...
By mirona, at 4:51 PM

No sé si la carne de Pato tiene el mismo gusto que la suela de una zapatilla. Lo seguro es que tienen parecido olor (porque, a qué huele la suela?)...A.S.D.F.G.
By Anonymous, at 11:01 AM

Amigo Molina: le deseo que reciba de muy buena gana sus 29. Y me cuente sobre su experiencia. Yo los recibo el 17 de este mes. Aniversario de la muerte del general San Martín, si señor. Hasta que se les ocurrió la gran idea, mi cumpleaños siempre era feriado y disfrutaba no tener que levantarme temprano para ir a la escuela. Otras épocas. Saludos
By Pola, at 7:17 PM

Estaba distraída. Este comentario era para el otro post. Saludos
By Pola, at 7:20 PM

25 de septiembre de 2005

22 de septiembre de 2005

Papeles viejos (fragmento de diario)

31 de mayo de 2002

Recién hoy, último día de mayo, volví a ponerme la campera. Cuando metí las manos en los bolsillos saqué un boleto de colectivo y un billete arrugado. El billete era de veinte pesos y el boleto, de un viaje matutino de ocho meses atrás. Esos dos papeles habían viajado por la ciudad, un día lluvioso de primavera, en una camión de mudanzas.

1° de diciembre de 2001. En el camión no entraba ni una mosca. El fletero manejaba sin hablar por Luis María Campos. El peón, un hombre flaco de unos cincuenta años que aparentaba no poder levantar ni una baldosa, se peinaba los pelos que le quedaban y se miraba en el espejo retrovisor. Todos los muebles que transportábamos habían hecho el camino inverso, por esa misma avenida, a principios del año 99.

En la caja, dentro de uno de los bolsillos de la campera, viajaban estos dos papeles: el billete arrugado de veinte pesos y el boleto de colectivo que había sacado, a las 9:45 del 26 de septiembre, de una máquina de un 118.

Años atrás, yo me tomaba esa línea en una parada de la calle Larrea para ir al colegio. Un mediodía, mientras viajaba mirando por la ventanilla y pensando en el examen de matemáticas para el que no había estudiado, tuve un impulso: me levanté, toqué el timbre, bajé, crucé Luis María Campos y tomé un colectivo de la misma línea que, en vez de en Barrancas de Belgrano, me dejaría en Parque Patricios.

Recuerdo que bajé cerca de la cancha de Huracán, pero no tengo registro de lo que hice durante el resto de la tarde. Hoy, nueve años después, cerca de Plaza Italia volví a tomar un 118. Bajé en Barrancas, y en la esquina del edificio que yo había ocupado me crucé con la Cachavacha, una vieja con cara y modales de bruja que siempre se quejaba de mí en las reuniones de consorcio por los ruidos molestos.

Aunque empezó a refrescar y muchos, como yo, volvieron a usar abrigos, algunas personas se entibian al sol en la plaza del medio. Pienso en quedarme ahí, pero, después de meditarlo un rato, me pongo a caminar para el lado de Cabildo. Tocando el filo del billete de veinte dentro de mi bolsillo, pienso en cómo gastar esa plata.

Antes de llegar a Pampa, siento que alguien habla a mis espaldas:

–Amigo, no te sobra una moneda.

Un tipo de unos cuarenta años me pide una moneda. Está vestido con pantalones negros y buzo gris, y parece recién afeitado. Lleva un bolso al hombro y mira con asombro a su alrededor. Yo me quedo observándolo sin decir nada.

–Necesito en serio, veinte centavos nomás, ya junté sesenta desde que salí. Tengo que tomarme algo hasta Tapiales, o cerca de ahí . . . acabo de salir de la cárcel y nadie de mi familia me vino a buscar . . .

19 de septiembre de 2005

El pretexto es la receta

Hasta el miércoles pasado yo no sabía hacer revuelto Gramajo. Conocía sus ingredientes, pero, por saltearme un paso de la preparación, siempre me salía aceitoso.

El martes a la noche fui a una de las reuniones del grupo Alejandría. En la puerta saludé a L, y al entrar nos enteramos de que Juan Martini, el invitado famoso, faltaría a la cita. Antes de que llegara V escuchamos leer a Natalix, y después seguimos con más o menos atención a los demás lectores.

Algunas de las frases que recuerdo –y que puedo publicar en este medio– dichas durante los intervalos, son las siguientes:

–Muy bueno tu último post.
–El blog me da mucha potencia.
–¿Y de qué vive Piro?
–Que no sea necesario que lo sepa, no significa que no sea lógico.
–¿Martini es el que se tiñe el pelo?
–Me pareció muy moralista ese cuento.
–Buen ceviche se come en el de Echeverría y Montañeses.
–Vamos a otro más barata.
–A mí me gustaba; es pura potencia.


Después de pagar las cervezas, salimos en busca de algún bar más económico. Caminamos hasta Corrientes, pasamos por una librería de saldos –la única abierta a esa hora de la noche– y, como V me debía tres pesos, le propuse saldar la deuda con alguna compra. En las mesas de adelante no vimos nada bueno, y fuimos esperanzados a las estanterías del fondo. Después de un rato de mirar y comentar libros, volvimos a la calle, caminamos hasta Callao y entramos a La Academia.

Algunas de las frases que recuerdo, entre la salida del primer bar y la entrada al segundo, son las siguientes:

–¿Cuál es el verdadero clásico?
–Esa pizzería es muy buena: pura potencia.
–Una vez tuvimos que irnos de Guerrin; estuvimos media hora y no nos atendieron.
–¿Pondrías un link al blog de Link?
–Medina, tu ídolo de la adolescencia.
–Grosso, estos cuentos de Esther Cross.
–Esta novela del Turco Asís me dio mucha potencia.
–Jamás lo leería; es como leer a Pacho O´donell.
–Gustavo Ferreyra es muy buen escritor.
–Si lo hubieras dicho vos, todavía te estaría cargando.

De la librería nos fuimos con las manos vacías. Según L, era más fácil elegir una cerveza que un libro de ahí. El que decía "potencia" cada veinte palabras era V. Al notar mi asombro ante ese término acuñado a mis espaldas, L advirtió: "cuidado con los celos de Molina".

Sentado a una mesa de La Academia, un viejo muy flaco tomaba café con leche y medialunas y leía, ayudado con una lupa, un diario del día siguiente. Antes de que V lo dijera por mí, aventuré: "ahí estoy yo en cuarenta años".

Tarde, cuando ya habíamos consumido varias de tres cuartos, nos enteramos de que el precio de la cerveza no era mucho más barata que en el bar anterior. Después de salir a la calle, de despedir a V y de caminar hasta la parada de Marcelo T. de Alvear, nos enteramos, al sacar el boleto de la máquina, que eran las cuatro y media de la mañana. Minutos atrás, mientras esperábamos al 39, habíamos calculado que no serían más de las dos.

Algunas frases en el bar y en la caminata:

–No estoy de acuerdo con esto: los escritores bilardistas trabajan en las pelotas paradas, los menottistas se emborrachan, conocen a mujeres temibles y luego escriben en servilletas obras geniales.
–¿Bilardista serían Guillermo Martínez y Martín Kohan?
–¿Quién sería el Bambino Veira? Mmhhh, hay varios.
–El bar de enfrente me da mucha potencia.
–Osvaldo Soriano es bilardista por un lado y menottista por el otro.
–Antonio dal Masetto es Angel Tulio Zof.
–Esther Cross, a la mandíbula.
–De ahí no saco nada de literario.
–Me acusaba como si yo fuera Tabarovsky.
–En ese edificio viven los Jóvenes Pordioseros.
–Pero ustedes ganan cuatro cifras.
–Mañana no te levantas con potencia.



El miércoles al mediadía, mientras volvía a padecer, luego de mucho tiempo, una leve resaca, me acordé de los comentarios sobre Juan Forn (se lo había comparado con Roberto Perfumo, "analiza todo pero nunca trabaja" y, junto a Saccomanno, con la dupla Sánchez-Hrabina) y busqué sus libros en mi biblioteca. Separé Nadar de noche, y de Corazones cautivos más arriba (una novela muy buena, publicada en 1987, protagonizada por un pre-adolescente de clase alta y narrada en segunda persona) releí las páginas que me enseñaron a hacer el revuelto Gramajo:

–¿Sabés pelar papas?
Volvés a encogerte de hombros.
–Qué es la mensturación –decís.
De una bolsa de arpillera que hay al lado del armario Galo saca, de a una, seis papas. Después abre uno de los cajones del armario, encuentra un pelapapas, te agarra de los hombros y te sienta frente a la mesa.
–Empezá. Y no ensucies mucho, que después Amelia se enfurece.
Mientras pelás, él saca una sartén, le pone un poco de aceite, la deja sobre una de las hornallas de la cocina a gas que hay en un rincón y vuelve a abrir la heladera. (…) Con un paquete de jamón cocido en una mano y cartón de huevos en la otra se sienta a tu lado.
–Vos y yo vamos a comer un espléndido revuelto Gramajo. Los demás, que se arreglen.
Sentís que la boca se te abre en una sonrisa. Ya no te preocupa tanto lo que le pase a Aurora (…)
–Nunca oíste hablar de los "asuntos femeninos" –pregunta al rato.
(…)
–Una vez al mes, las mujeres se deprimen y andan con un humor de perros. ¿Y todo por qué? Porque les sale un poco de sangre. Corta más finos los pedazos. (…) Por el lugar que los médicos llaman vagina. La concha, para nosotros.
(…)
–Ponelo al mínimo.
(…)
En cuanto oye crepitar el aceite te hace a un lado y va dejando caer las papas cortadas en la sartén. –Fijate si hay papel madera en algún cajón de ese ropero. Ponelo encima de una fuente y traémelo.
Las papas fritas están hechas en un santiamén. Galo pone la sartén en la pileta, la enjuaga y te pide manteca. Echa los huevos batidos en la sartén y, encima, va dejando caer el jamón cortado en pedazos y las papas fritas.
–Sal –casi grita.
–¿Gruesa?
Te mira como si lo hubieras insultado.
–Y pimienta. Y un poco de salsa Perry.
Cuando volvés con los tres frascos él ya ha vaciado la sartén en dos platos. Te pide que traiga vino y vasos, y se dedica a condimentar tu plato
(…)
–No te podés quejar, ¿eh? Por el mismo precio aprendiste cómo preparar un revuelto Gramajo poco ortodoxo y cómo se reproduce la especie. Incluyendo una explicación pormenorizada del escandaloso y tan temido coito.

13 de septiembre de 2005

El último pogo

Corta la piel
pone las vísceras
a secarse en un papel
(el diario de ayer
trae el mercado
de hacienda de Liniers)

Canciones con versos como el transcripto solía escuchar en la última etapa de mi adolescencia y en parte de mi primera juventud. Etapa que, si tuviera que delimitar arbitrariamente, diría que culminó en los primeros meses del año 2000, época en que expuse por última vez mi cuerpo en un pogo y en que entrevisté, para una revista de rock que nunca se publicaría, al músico Sergio Rotman, autor de muchas de aquellas canciones.
Clickeando aquí, se pude leer (vía www.lfcrarezas.com.ar) el crudo de la entrevista de marras y una breve intoducción a la misma.

8 de septiembre de 2005

El ámbito literario

El año pasado, la directora de una editorial –con nombre de animal que echa fuego por la boca–, me citó a una reunión para hablar sobre un libro mío. En un lapso de la charla me preguntó si yo pertenecía "al ámbito literario". Yo me quedé mudo y ella repitió la pregunta.
Aunque no supe cómo expresarlo, me sentí desconcertado. "Preguntarle eso a alguien que escribe ficción . . . ", debí haber pensado en ese momento.

Algo parecido, con el mismo grado de absurdo, escuché el último domingo en una cancha de básquet de Villa del Parque, cuando, en la final de un campeonato regional de clubes, un hincha del equipo local, señalando una bandera aurinegra, le gritó al bahiense que alentaba con más fanatismo:
–Rajá de acá, andá a ver fútbol . . .

6 de septiembre de 2005

Manifiesto


El escritor no considera en modo alguno sus trabajos como medios. Son fines en sí. Tan no son un medio para él y para los otros, que sacrifica su propia existencia a la existencia de ellos, cuando es preciso, y, de otra manera, como el predicador religioso, se apega al principio: ¨Obedece a Dios más que a los hombres¨, a los hombres entre los cuales está confinado, con sus necesidades y sus deseos de hombre. Por el contrario, yo quisiera ver a un sastre a quien hubiese ordenado un frac parisién y me trajese una toga romana, bajo el pretexto de que responde mejor a la ley eterna de la belleza. La principal libertad de la vocación literaria consiste en no ser un oficio. El escritor que la rebaja hasta convertirla en un medio material merece, como castigo a esa cautividad interior, la cautividad exterior, cuya existencia es ya su castigo.

Karl Marx (Los debates de la 6° dieta renana, Obras completas)

5 de septiembre de 2005

Socios del pasadizo secreto

Cada vez que oigo hablar de sociedades o asociaciones, recuerdo una pregunta, un tono y una cara.

Un verano, cerca del arroyo, habíamos descubierto un pasadizo por donde, sin tocar ni una rama, podíamos atravesar una pequeña selva hasta llegar a una zona sin vegetación, desconocida hasta ese entonces para nosotros.

A la noche, mientras los nenes más grandes fundábamos la sociedad (S.D.P.S.) y elegíamos a sus autoridades, el padre de una chica muy tímida llegó a buscar a su hija y, al entrar en la pieza y mirándome a mí, demasiado serio, le preguntó a ella:

¿Y vos, Agustina, vos sos socia del pasadizo?