1 de noviembre de 2005

Zapatillas rockeras (fragmento de diario)

18 de diciembre de 2004

Bajó a abrirme, nos saludamos y fuimos a la parrilla de la esquina a comprar otra cerveza, dos choripanes y una porción de papas fritas. Ya en su departamento, dos horas más tarde, busqué cucharitas en la cocina y comimos helado de dulce de leche directamente del tergopol, mientras escuchábamos música y charlábamos de varias cuestiones sin un hilván predeterminado.

Nos despedimos hasta la próxima, "a este paso, hasta el año que viene", y quedamos en intercambiar cuentos por mail. Caminé las tres cuadras hasta Cabildo, de ahí hasta la esquina de Pampa, y bajé hacia el lado del río; bordeé las Barrancas, crucé las vías y llegué a Libertador. Entré en la estación de servicio, compré una lata de Pepsi y dos chocolates. Leí en el ticket que eran las cuatro de la mañana; hubiera apostado a que no eran más de las dos.

En el bar de la estación hay tres mesas ocupadas. En el 99, primer año en que viví a una cuadra de acá, en la calle Montañeses, solía venir en las noches calurosas a leer y a disfrutar del aire acondicionado. En seis noches consecutivas, sentado a una mesa pegada a la pared medianera con un boliche, leí las seiscientas páginas de la anteúltima novela de Enrique Medina.

Ahora, en esa mesa, hay una chica sola que mira seguido hacia fuera como si estuviera a la espera de alguien. Una empleada se le acerca para retirar la bandeja, y la chica le pregunta si en verdad pueden ser más de las cuatro de la mañana. Después la oigo que habla por celular. En voz demasiado alta, como si estuviera sorprendida, nombra la intersección de dos calles (11 de Septiembre y Juramento), se levanta, me mira fugazmente y se va muy apurada, supongo que en dirección a esa esquina.

En el suplemento Espectáculos de un Clarín ajado leo el anuncio del recital de Callejeros en la cancha de Excursionistas, a una cuadra de acá para el lado del Bajo. Aunque ya pasaron más de seis horas del inicio del show, en las calles del barrio todavía se ven chicas y chicos con zapatillas, remeras y mochilas rockeras.

De mi paso por el Bajo Belgrano conservo una simpatía por ese club. Varios sábados fui a la cancha, solo o con algún amigo del barrio, y una vez, luego de un partido contra Comunicaciones y sin haber intervenido en la pelea que había habido en las tribunas, tuvimos que correr por las vías escapando de dos policías que querían detenernos.

En aquella época leí en "La pérdida de Laura", novela de Martín Kohan que transcurre en 1987: Morcilla fue a la cancha el sábado a ver a Excursio, y nos cuenta cómo se cagaron a cascotazos con los del Doque, hasta que al final llegó la cana y los cagó a palazos a los dos. Corrieron por La Pampa y se trenzaron cerca del bosque. El partido, dice Morcilla, en cambio, fue un bodrio.

Eso recuerdo mientras llego a la parada del 29, a dos cuadras de la estación. Por la vereda caminan dos chicos, participantes del recital, que, tratándome de usted, me preguntan si es mía la billetera vacía tirada en el suelo. Les respondo moviendo la cabeza, veo llegar al colectivo y pienso que todavía me parece ilógico que me digan señor.

Antes que yo sube un grupo de cartoneros. Al sacar el boleto noto cómo una mujer se aferra a la cartera que lleva sobre su falda. Después, mirando el cielo por la ventanilla, pienso que ya estamos cerca del amanecer y, entornando los ojos, calculo la distancia que debo recorrer hasta mi cama.

9 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Levín dijo...

Muy potente, Molina. Me gusta como amenazás con la moraleja y te volvés justo a tiempo.
Pidamos la última.

Charlotte dijo...

Me gustó "calculo la distancia que debo recorrer hasta mi cama". Esa distacia se me hace cada vez más larga cuanto más cerca me encuentro. Por momento es casi insostenible aunque se compensa con el infinito placer de desmayarme en mis edredones (solo eso la hace tolerable). uf!

Pola dijo...

A mi también me gustan sus fragmentos de diario, Molina

Anónimo dijo...

¿Sabés, Molina, que aquella parrillita de los choripanes ya no existe más?

El paso del tiempo, Molina, el paso del tiempo..

Muy bueno. A mi también me gustan tus diarios.

Un abrazo.

paula p dijo...

es como un tiempo de noche aeropuerto en una EG3

Roberto Iza Valdés dijo...
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Anónimo dijo...

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