Jugábamos los domingos a la mañana. Para combatir las lesiones por congelamiento, el grupo de padres que siempre nos acompañaba nos daba un gel para las manos. Nosotros, los de Napostá, no teníamos problemas para golear a los clubes más alejados del centro: Pueyrredón, Velocidad y Resistencia, Estrella, La Falda, San Lorenzo del Sud. El panorama se complicaba cuando visitábamos a los más grandes: Estudiantes, Olimpo, Pacífico, Villa Mitre, Bahiense del Norte, equipos que entrenaban muy fuerte y que contaban con futuros jugadores profesionales de la Liga Nacional, de las ligas europeas y hasta de la NBA.
A veces me parece oír el pique de la naranja contra el parquet de las canchas o las baldosas de la vereda. Como a Sportivo Bahiense, el rival histórico del barrio, ya era demasiado fácil ganarle, nuestro nuevo clásico era con Liniers, el otro club de la avenida: los partidos de las categorías Cadetes o Juveniles podían terminar a las trompadas, y la bronca se agrandó cuando nuestro ayuda-base de Infantiles, una de las mayores esperanzas del semillero, pasó por algunos miles de australes a Liniers.
En sus charlas técnicas, el entrenador, que integraba el equipo de primera del club, nos inculcaba el compañerismo y el amor al barrio como motivaciones principales. Cuando ESPN llegó a la tevé por cable, nos juntábamos en la casa de un pibe, a la vuelta de la cancha, para ver los partidos de los Chicago Bulls, Los Angeles Lakers o los Boston Celtics: Magic, Bird y Jordan en directo y a todo color.
Pese a que a nivel nacional casi todos éramos hinchas de alguno de los tres representantes de la ciudad, a nivel local seguíamos a Napostá a todas las canchas. Las entradas a los partidos salían muy baratas, pero siempre, apañados por los dirigentes, los de las divisiones menores entrábamos gratis. Luego de ganar un playoff por no descender, a finales de los ochenta, tuvimos que irnos corriendo de la cancha de Alem perseguidos por la hinchada futbolera de sus vecinos de Bella Vista.
Como jugador, mi mayor hazaña fue en la cancha de Pacífico: aunque jugaba de ala y no tenía buen tiro externo, metí el triple de la victoria sobre la chicharra final. Ese día fui sacado en andas por mis compañeros, pero a la fecha siguiente, cuando, gracias a un error mío, perdimos por un punto de locales con Bahiense del Norte, casi me quiebro un dedo al pegarle con el puño a la puerta de chapa del buffet. "Ya está che, no te calentés", vino a consolarme uno de los pibes del equipo contrario. Ese pibe era narigón, se llamaba Emanuel pero le decían Gino, había sido la figura del partido y tenía un hermano mayor que ya salía en el diario.
20 de febrero de 2006
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6 comentarios:
¿Hernan Montenegro jugaba?
Montenegro jugaba en el equipo de Estudiantes de Liga Nacional.
Gracias por la comparación, Un Burro.
Qué significa exactamente el snif?
mi abuelo jugaba en pacífico molina... mi tio tambien.
saludos
comparto el snif de Un Burro.
Es de emoción.
De "qué lindo leerlo"
Hola, también amo el basquet, y también sufro de nostalgia al leer tu historia. Aunque la mayor nostalgia a mi no me la dan los grandes partidos, que inclusive ya no recuerdo con exactitud, sino las largas horas que pasabamos juntos mi cuerpo y mis sueños tirando solos al aro en una tarde de verano. Saludos!
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