Doblamos hacia Libertador a la altura del Monumental. Aunque todavía faltan más de siete horas para el inicio del partido, en las veredas ya hay hinchas con banderas y camisetas aurinegras. Muchos lugares por los que pasamos (Obras, ESMA, un departamento frente a la Raggio) me hacen recordar algo. Subimos a la General Paz y enfilamos hacia la Panamericana.
En la casa que alquila su familia cerca de Pilar nos espera el cumpleaños de mi sobrina. Cuando me avisaron que ella estaba por nacer, hoy hace siete años, yo estaba tirado en la cama mirando Gasoleros. Era viernes a la noche. Llamé a un amigo de entonces para decirle que no me esperase a comer, y, camino a la clínica, para evitar los nervios del parto dejé pasar varios colectivos.
En el bolso llevo un diario, en el auto está La Nación, y en la casa una revista Noticias. Hojeo todo durante la picada que antecede al asado, pero, como me fastidian algunas de las firmas que opinan sobre el aniversario del golpe militar, le presto atención sólo a las secciones de cultura.
El día está soleado. Los nenes comen en una mesa aparte. Calculo que mi otro sobrino tiene la edad que va a tener Fausto en menos de un año y medio. Yo no genero temas de conversación pero respondo a preguntas. De postre hay una mousse de chocolate gigante, pero yo, migrañoso, tengo que endulzarme con un budín de naranja.
Más tarde, abortada la idea de ir a la cancha, vemos por televisión el partido de Olimpo. Mi cuñado jugó una cena con su cuñado. Aunque el empate me favorecería, yo no me sumo a la apuesta. Cuando River mete el tercer gol me voy afuera a leer, y cuando no aguanto más los mosquitos vuelvo al living y enciendo la notebook.
Cinco mensajes nuevos en la bandeja de entrada. Dejo los más prometedores para el final: Javier Moscarola, de Al mar por naranjas, me invita a la sección literaria de los martes de "Rosa molesta", programa que va todos los mediodías por FM La Tribu. Y Andrea me responde desde su gira por Madrid el mail en que yo la puse al tanto del sexo de mi hijo. Ella me comenta que el suyo ya empezó a gatear, me pide la dirección del blog y me cuenta que se compro una casa en Barcelona a pagar en treinta años.
Cuando esa casa esté paga yo voy a tener casi sesenta, pienso mientras apago la computadora. Voy a ser casi un jubilado sin jubilación, me digo en voz baja, y, con tal de no seguir pensando en eso, me concentro en los segundos finales del partido.
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2 comentarios:
Grande Molina, lo felicito por la espera, acabo de enterarme. No sea jodido y hágalo hincha de River (doy por hecho que será varón).
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