11 de mayo de 2006

Miedo a la oscuridad

Yo soy el único de la fila que no tiene guardapolvo y espero mi turno para saludar a uno de los soldados que, inclinados en medio del patio, reciben las cartas y los chocolates que les entregan mis compañeros de jardín.

La escena, que parece sacada de un sueño o de una película argentina, es una de las que recuerdo de los meses de abril y mayo de 1982. En otra de esas escenas, que hoy se me aparecen como irreales, mi mamá y yo caminamos de la mano por la ciudad vacía y completamente a oscuras. Ella está vestida sólo con una bata y un camisón. Yo tengo un piyama grueso y un pulover, y siento cómo el ruido de nuestras zapatillas retumba en la vereda.

Como los ingleses amenazaron con tirar una bomba sobre Bahía, la municipalidad ordenó encender la menor cantidad de luces interiores posible, dejar siempre apagadas las exteriores y, salvo urgencias, no salir a la calle después del anochecer. Hay que tapar las ventanas con cartones o papel madera, y cubrir los focos de los autos con una tela oscura que reparten en los negocios. Hay que evitar que desde los aviones se den cuenta de que acá abajo hay una ciudad; cualquier mínimo reflejo de luz puede provocar que se cumpla la amenaza.

Desafiando al estado de sitio militar y sin cambiarnos, sin temor a cruzarnos con algún vecino, mi mamá y yo salimos a la calle. Alumbrados sólo por la luna caminamos hasta la esquina, y nos quedamos un rato ahí con las miradas en el cielo. Desde mis ojos de cinco años veo seguramente muchas más cosas que ella: veo, también ahora mientras escribo, aviones y helicópteros ingleses que vuelan muy bajo. Aunque cuesta distinguir las siluetas de los autos a media cuadra, veo y siento el eco de una tropa argentina que avanza hacia nosotros desde el fondo de la calle. Imagino el patio del jardín a esa hora de la noche, y los cuartos silenciosos de mis amigos que, si pudieron vencer el miedo a la oscuridad, ya deben estar durmiendo.

18 comentarios:

Unknown dijo...

muy lindo en serio

Loyds dijo...

está bueno el texto ignacio
salu2

Eugenia Rombolá dijo...

genial Molina. Y si viene un texto mejor, más genial.
Saludos.

Anónimo dijo...

muy bueno, molina.

Anónimo dijo...

La verdad Molina que casi me hace caer un lagrimón.......no tengo más que gracias, y más gracias.

Satamarina dijo...

me gustó mucho
se ve la sensibilidad de sus momentos, presentes...

saludos

Nessie dijo...

pensé lo mismo que marina y me asaltó la pregunta...¿cómo anda molina jr. en su hogar subacuático?

Anónimo dijo...

Molina, ante todo perdón por el atrevimiento de resporderle a sus lectores, pero como parte involucrada en el proyecto molina jr me tomé el permiso de contestarle a nessi. Puedo decir que el chiquilín está a las patadas dentro de la madre, lo que lo convierte, según las abuelas, en un chico saludable.
la madre de molina jr.

Pola dijo...

Muy bueno Molina y muy acertada la intromisión de la madre de Molina Jr. Al fin y al cabo, quién podría responder mejor esa pregunta?
Saludos a los tres.

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Hay un cuento de Guebel con Buenos Aires (no Bahía Blanca) invadida por tropas inglesas en 'El ser querido'; el cuento se llama 'El amor a Inglaterra', y es excelente.
Yo tengo su edad, pero no recuerdo un pomo del año '82 (no, tampoco el Mundial, si he de ser sincero). Lo envidio.

Mosh dijo...

Demasiado bueno para ser verdad.
Mis respetos.
iris

Lila Biscia dijo...

el final es muy tremendo y verdadero.
muchos de esa generación, no logramos volver a dormir a oscuras.
beso
L.

mirta dijo...

me generas una gran admiracon, por escribir tus vivencias, tus experiencias de la vida, con tanto sentimiento, que en personas como yo -sensibles lloronas, -- llena de emocion mi corazon...... mis hijos tambien iban a la escuela en esos tiempos, pero como viviamos lejos de cuarteles militares(somos una ruta de paso) y solo una vez, en que acamparon a pocas cuadras de la casa donde viviamos, pudimos alcanzarle comida, dinero, abrazo y muchos, muchisimos agradecimientos, ellos iban a apòner el pecho, la cara y el corazon por nosotros...