8 de agosto de 2006

"El niño salvaje"

De un mail, con fábula incluida, de Ricardo Romero:


PD: No te preocupes, la literatura es lo único que a la larga nos permite seguir siendo irresponsables. Hay señores mayores que se visten con las ropas de sus mujeres a escondidas, otros que no lo hacen a escondidas, los hay que se compran autos y lo lustran todos los domingos y les hablan, otros trabajan sonrientes y después cuando se mueren nadie se acuerda de que sonreían. Nosotros escribimos porque cualquier gesto nos resulta inverosímil: somos señores mayores pero al mismo tiempo somos niños remotísimos... permítanme muchachos, una fabulita para explayarme (es mi vicio, qué le voy a hacer)...

Alguna vez, el más lejano de nuestros antepasados, un niño, vio ponerse al sol por primera vez, sin saber si esa luz volvería. El miedo debe haber sido algo grande y poderoso, todavía innominado. Los sonidos de su desesperación, que todavía no eran palabras, fueron invocación, llamado, ruego. Cuando por fin la noche pasó y la luz volvió a aparecer, es posible que él haya creído en el poder de sus rugidos. Y comenzó a rugir cuando tenía miedo, cuando deseaba, y diferenció un rugido de otro. Desde entonces, nuestra fe en la palabra no es sólo una elección espiritual, sino también física. Nuestro cuerpo cree en ella, la siente como un músculo más, una víscera que palpita en la profunda oscuridad de la naturaleza, invocando e inventando la luz que nos permite empezar a construir un hogar y una historia. Por fin, el niño salvaje, en pleno día, cerrará los ojos para encontrarse con la oscuridad y exclamar ese grito del cual, sin saberlo, se ha enamorado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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