4 de abril de 2007

Igor

Conocí a Federico Levín hace menos tiempo del que parece. Tal vez porque se me hace que todo lo que pasó antes del nacimiento de mi hijo fue hace una eternidad, o porque en el medio también pasaron muchas otras cosas, pero tengo la sensación de que la noche en que él, un segundo antes de saludarme, tiró hacia el cordón de la vereda el cigarrillo que estaba fumando, fue en alguna otra vida.

Pese a que no llevaba anteojos, yo lo había reconocido desde la esquina. El amigo en común con el que nos encontraríamos me lo había descripto por las dudas, por si él llegaba más tarde, para que no nos quedáramos sin hablar uno al lado del otro: "tiene una onda medio rara, una barba medio rusa . . .".
–Molina –me dijo Levín, antes de que yo le preguntara si era él, como si ya supiera que a partir de ahí nunca me llamaría por mi nombre de pila, y yo sentí un poco de vergüenza al imaginar cómo me habría descripto nuestro amigo en común.

No me acuerdo de todo lo que hablamos adentro del bar, mientras tomábamos cerveza y vaciábamos platitos de maní, pero sí recuerdo que él me contó que a los dieciocho años había editado una novela que ya no lo convencía mucho, y que ahora estaba terminando de escribir otra que sí lo tenía entusiasmado.

Como todo lo que pasó después (esa noche, ese año y los siguientes) es demasiado grande como para contar en un post, la elipsis imprescindible me deja en el jueves pasado, cuando Levín presentó Igor, la novela que estaba escribiendo en aquella época, en un tugurio tanguero de la calle Perón.

Esa tarde yo me escapé antes del trabajo, bajé del 151 cinco minutos antes de la hora anunciada para el evento, y al cruzar las vías me pregunté cómo se llamaría la calle Perón antes de la muerte de Perón. La persiana metálica del boliche todavía estaba baja, pero Romero me hizo pasar a través del portón. Adentro, en el salón del fondo del local, estaban Levín, los presentadores, algunos amigos más y dos maniquíes que representaban a los dos personajes principales de la novela.

El libro estaba hermoso y más grande de lo que yo había imaginado al leer el manuscrito. Mientras tomábamos una cerveza marca Igor fue llegando alguna gente más, y de repente, como pasa siempre, el salón se llenó sin que nos diéramos cuenta. A simple vista conté una concurrencia de unas ochenta personas. Si hubieran ido todos los que faltaban no habría quedado lugar.

En el escenario, Levín dio la bienvenida (al público y a su novela), Leo Oyola leyó este texto de presentación, y Mairal hizo unas preguntas de examen que el autor respondió a veces con evasivas y otras con solvencia. Después Gorostiza hizo magia con su guitarra, y junto a Federico cantó unos versos alusivos, de su autoría, que durante varias horas no pude dejar de tararear.

Lo imperante es Igor, un libro autosuficiente y muy recomendable, una de las novelas que yo hoy no dudaría en llevarme a una isla desierta. En la dedicatoria de mi ejemplar Levín escribió, entre otras cosas … "al primero con el que conocí todo esto" …, y al salir a la calle me acordé del vuelo de un cigarrillo encendido hacia el cordón de otra vereda. Unas esquinas más allá, mientras esperaba al 151 que tardaba demasiado en pasar, le pregunté a un viejo la hora e imaginé que él, después de hacer memoria, me respondía "se llamaba Cangallo".

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias, Molina.
Acá estamos.
Porque "una cosa es chaparrón, y otra distinta..."
Acá seguimos.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

no se si tiene sentido para vos que te dejen aca un comentario nada que ver con lo de Igor...no se..pero ayer...acomodando cajas encontre un Ñ del mes pasado creo y la pispie para ver si la guardaba entre las que siempre quiero volver a pispiar...y lei tu cuento, vi tu direccion, entré...me gusta mucho como armaste el blog.
hace unas semanas tengo computadora, estoy en plena etapa de husmear todo...aprendi cargar en fovoritos, herramienta simple para volver..quete voy a decir que es..en fin...desde ayer te husmeo en los favoritos


saludos sr!

una alegria enorme encontrar sus espacio..me pierdo rato mirando escritos viejos, me cuelgo en sus estantes y cajones...

. dijo...

Absolutamente de acuerdo, Ignacio. Tu blog: cada vez más interesante.

Molina dijo...

Muchas gracias, Gastón y Maxi! La alegría es mía.

Anónimo dijo...

A esta altura ya lo debes saber, pero se llamaba Cangallo, antes de llamarse Perón. Los taxistas antiperonista no te la dejan pasar, vos les decis Peron y ellos repiten "a Cangallo, como no!"
Soledad