–Lo único malo de irse de viaje es que, vaya donde vaya, uno siempre se lleva a sí mismo –dijo Nicolás saliendo del agua, mojándome con gotas al sacudirse el pelo, y yo giré la cabeza para responderle con la mirada.
Estaba acostado al sol. Tenía ganas de meterme en la pileta y de tomar agua, pero pensé que haciendo las cosas en ese orden me podría electrocutar. Entonces me levanté y corrí hacia la casa. Cuanto más rápido llegue a la galería, debí intuir equivocadamente, menos probabilidades tengo de pincharme los pies.
Mientras miraba el interior de la heladera repetía, sin pensar y mecánicamente, la frase que había dicho Nicolás. Como cuando leo sin leer, o como cuando tarareo un estribillo en otro idioma, me dejé llevar por el sonido de las palabras sin prestarle atención a los significados: "Lo único malo de irse de viaje es que, vaya donde vaya, uno siempre se lleva a sí mismo . . . "
Volví corriendo a la pileta y me tiré de cabeza en la parte más profunda. Durante el instante en que volaba, y por el envión que había tomado, pensé que debía estirar los brazos para no golpearme la frente. Como sentía la obligación de responderle a Nicolás con palabras antes de que llegaran las chicas, apoyé sobre el borde los puños y el mentón, lo miré tomar sol con los ojos cerrados y dije:
–Lo bueno de venir acá es que tardás poco en llegar, pero igual tenés la sensación de que estás de viaje.
(...)
28 de septiembre de 2007
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2 comentarios:
No suelo hacer acotaciones, mucho menos halagos, pero esto es lo que más me gusta de todo lo que leí en todos los blogs en los últimos tiempos. No te podría decir qué me provocó, pero me provocó, y no encontraba nada que lo hiciera.
Abrazo fuerte!
Muy bueno, Nacho. Buenísimo.
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