El viernes, en un 42 que parecía tener la calefacción prendida, viajamos a ver el último recital de Soda Stereo. Por suerte, al rato de estar sentados en el campo, el clima cambió de pronto: empezó a soplar un viento fresco y la temperatura bajó quince grados en menos de cinco minutos.
Había muy poco ambiente de recital; si uno se abstraía del contexto y miraba alrededor podía pensar que, más que en la previa de un concierto, estaba en la entrada de un shopping. Pocos peinados raros, nula excitación, nada de marihuana. Muchas remeras amarillas recién compradas, que de lejos parecían más del Pro que de Soda. Muchos cuarentonas con hijos chicos y muchas veinteañeras con (este dato me lo pasó Melina después; yo no lo había notado) “las tetas hechas”.
Ese clima no-recitalero también se vivió durante el show. Tal vez fue el aire libre, el sonido no demasiado alto, o la multitud (siempre, en estos casos, me da la sensación de que el recital se brinda a todos y a nadie al mismo tiempo), pero la verdad es que en ningún momento terminé de creérmela. Intenté coparme un poco y tararear algunas canciones, pero nunca dejé estar sobrio y –al revés de lo que me pasa otras veces – consciente de la hora y del lugar en donde estaba: en la cancha de River, un viernes a la noche, aportando a la concreción de un negocio millonario.
Y eso que la banda sonaba bien, Cerati estaba locuaz y, si te tapabas los oídos, el sonido del bajo te golpeaba en el pecho. Uno de los mejores y uno de los peores momentos se dieron casi al mismo tiempo: Gustavo de repente dejó de cantar y, en una buena performance, golpeó la guitarra contra el escenario hasta romperla (las chicas que estaban detrás mío se la creyeron: “debe estar re drogado”, dijo una. “Debe estar enojado con el sonido”, dijo otra). Después contó algo así como “en Paraguay estuve una hora para hacer esto”, y algunos ridículos, casi inexplicablemente, se pusieron a gritar “Argentina, Argentina…”.
Lo que tampoco me cerró fue la pretendida complicidad de Cerati con el público, con el “ustedes” (“ustedes son lo mejores”, “los amamos”, “ustedes son el cuarto Soda”). Cuando ese “ustedes” son millones de personas (sesenta mil en el estadio, y muchos más afuera) la complicidad me resulta inverosímil. Creo que cuando un hecho artístico se vuelve tan multitudinario ya no es posible una identificación personal con eso. Me pasa algo parecido con los fanáticos de River o de Boca: cómo sentirlo como algo propio, cuando ese sentimiento es compartido con casi la mitad de los habitantes del país.
A la salida, en el camino hasta Barrancas de Belgrano, paramos en un kiosco de Libertador y compramos una gaseosa y dos pebetes de jamón y queso a un precio exorbitante. En el 63 de vuelta, mientras metía monedas en la máquina, pensé que las luces de los teléfonos celulares que –reemplazando a los encendedores de otras décadas– en algún momento habían iluminado el estadio, eran una buena metáfora de todo.
24 de diciembre de 2007
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8 comentarios:
suerte q no fui esta vez!
felices fiestas!
Lo mismo que lexi digo. Yo estuve en noviembre y fue maravilloso. Por suerte no había ni marihuana, ni tetonas veinteañeras!
Sigalos escuchando en cassettes!
Felicidades Molina.
Yo hubiera ido sólo para mirar las veinteañeras tetonas, que siempre aportan algo.
Me duele leerte así. Que sobre la vuelta de Soda Stereo a los escenarios prime en tu versión la hipótesis del negocio millonario que se hizo rodar no bien se anunció la gira... Y estuviste ahí, habrás seguramente pagado la entrada.
Saludos
Dieguito: me apena (y me sorprende) que te duela el post.
Pero aclaro: lo del negocio millonario no es una opinión personal ni una valoración: es un dato real. Y no estoy en contra de eso. Me parece bien que los Soda se hayan llenado de tarasca, que hayan generado puestos de trabajo, y que mucha gente haya disfrutado de su vuelta.
Y por supuesto que gasté unos cuantos pesos en la entrada, pero esperaba que ese gasto se me olvidase y empezara a ser retribuido a partir de los primeros acordes. Cosa que no sucedió del todo. Tampoco es que la pase tan mal. Pero lo que dije, o quise dejar entrever en el post, es que no percibí ni recibí la emoción esperada, o al menos una acorde al momento histórico para la música argentina que supuestamente se estaba viviendo. No pude dejarme llevar. Y eso sí es una opinión o vivencia personal (que, por lo que leí después en las crónicas de los diarios, no fue compartida por todos).
Igual, la parte más interesante o debatible del post es la que hace referencia al momento en que un hecho artístico se convierte en hiper masivo y la dificultad de sentirse cómplice o identificado con eso.
Saludos a vos y a los demás.
El negocio millonario sería tuyo o mío si pudiéramos. Y el que se aferra a no hacerlo pudiendo hacerlo, no le aporta nada a nadie más que a un fuero íntimo regido por una moral efectista. Si se pudiese hacer por mantener nuestros blogs tal como están ahora, sumándole un logo de Air France o de Telecom, lo haríamos. Eso hizo Soda.
Yo escuché por la radio la parte final del último recital. Sonaban bien. Se preocuparon en "des-ochentizar" varios clásicos, y fue un trabajo bien hecho.
A lo mejor me compre el cd de la gira.
Saludos
Nacho, estuvé ahi, con vos, con miles mas.
Es verdad que no fue el mejor, pero fue.
Anecdotas para contarle a los enanos.
Yo no pude sacar mi celular, se me rompio el dia anterior.
Besos
Yo quiero que vuelva Don Cornelio....
( O quiero que vuelva mi juventud?)
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