16 de julio de 2008

16/7

Querido blog:

Anoche, resfriado, y con un rollo de papel higiénico en la mesa de luz para sonarme la nariz cada diez minutos, estuve desvelado hasta las cinco de la mañana. Como hago siempre que no puedo dormir, traté de pensar en lugares tranquilos a esa hora de la noche. Por ejemplo: la cancha de básquet, vacía y oscura, de Napostá de Bahía; la cima de la sierra de la Ventana; una esquina desierta de La Paternal…

Cuando conseguí dormirme, soñé que era diputado de la Nación. Alguien lograba echar "por traidor" a Felipe Solá, y yo, a través de un sorteo que se hacía "entre todos los ciudadanos mayores de treinta años y con más un metro ochenta y dos de estatura", entraba en su lugar. A las primeras dos jornadas laborales iba con zapatillas y remera, pero a la tercera me ponía camisa y botitas de gamuza. Recién ahí se me acercaba alguien a hablarme. Cuando me preguntaban de qué bloque era, yo no sabía qué decir. Esperaba que alguien viniera a convencerme de que era de su bloque. Al cuarto día, uno de los porteros del Congreso me contaba que yo cobraría 3500 pesos en efectivo y 800 pesos en tickets restaurante.

Esta mañana, entre otras cosas, trabajé escuchando la radio, terminé de leer un relato de Carson Mcullers, le cambié dos veces los pañales a mi hijo y caminé hasta el supermercado. De las góndolas de la carnicería salía un aire tan frío que me volvió a dar un ataque de estornudos. La cara de la cajera me sonó conocida, pero ella no me miró de ninguna manera especial. En otra época de mi vida hubiera sentido la necesidad de hablarle. En otra época de mi vida todas las cosas me resultaban extrañas.

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