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Apenas vuelvo a Buenos Aires, llamo a mi ex mujer y arreglo para ir a almorzar con mi hijo Alberto. Comemos milanesa a la napolitana con papas fritas. Le digo que no sé si la habrán cocinado en Milan o en Napoli. No me entiende. Salió a la madre. Me quedo callado durante un rato largo. Antes de despedirse, Alberto me dice que le gustaría ser actor, pero serio, no como yo. Le contesto que con una cebolla podés llorar, pero que no hay hortalizas que hagan reír. Me pregunta qué es una hortaliza. Vuelvo a casa decepcionado. Ni bien entro, suena el teléfono. Atiendo por acto reflejo, sin pensar en que podría ser Cristina. Por suerte era Amanda. Me invita a ver esta noche su nuevo tatuaje. Luego de cortar, vuelven a llamar. Ahora no era Amanda ni Cristina, sino Mónica. Dice que mañana tenemos que ir a Tribunales para solicitar la personería jurídica. Me siento a leer el segundo tomo de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust y me duermo de inmediato. Nunca falla. Al despertar intento escribir un chiste de políticos, pero no logró sacarme de la cabeza el de las mujeres. No logro saber cuál es la falla.
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"Mujeres de barba candado", un cuento de Fernando Vico en el Nº 3 de 150 Monos.
4 de agosto de 2008
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