De un cuaderno del verano pasado:
8 de febrero de 2008
Esta tarde un tsunami en miniatura me hizo rebotar contra el mundo. Una ola gigante me hizo dar una vuelta entera a lo largo y golpearme la cabeza con el suelo. Ahora me cuesta girar el cuello. Después de varios días de calma, el mar estaba más furioso que de costumbre. Yo me había ido nadando solo hasta detrás de la rompiente, luchando contra la fuerza del océano, y sólo cuando un pibe me preguntó a los gritos si el agua tiraba mucho me di cuenta de que estaba muy lejos de la orilla. Para volver traté de no ponerme nervioso ni de cansarme en vano: intenté hacer la plancha y dejar que las corrientes me devolvieran a la playa. Después de hacer pie, y cuando el agua ya me llegaba a la cintura, vi venir a la ola gigante. Me di vuelta y la vi de repente, cuando ya estaba demasiado alta. Me agarra desprevenido, me sorprendí al escucharme decir, y no supe si cerrar los ojos o dejarlos abiertos. Antes de tomar esa decisión, sentí algo que me impulsaba desde abajo, como dos manos gigantes que me agarraban de los tobillos y me tiraban con fuerza hacia adentro. Empecé a dar vueltas dentro de la ola. Sentí el golpe fuerte contra la dureza del suelo, e imaginé cómo se me doblaba todo el cuello. Durante el instante en que pensé que me moría, se me vino a la cabeza la imagen de mi hijo jugando en la playa. A los cinco segundos estaba mareado cerca de la costa, despatarrada sobre la arena y con el traje de baño bajado hasta las rodillas.
13 de agosto de 2008
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario