Ahora que, con la primavera y el cambio de hora, los días se alargan, puedo quedarme con mi hijo en la placita hasta su hora de comer. Ayer, sentado en el banco más apartado, había un borracho de unos treinta y pico de años, muy parecido al cantante de la 25 o de cualquiera de esas bandas stone de rockeros quemados. Cada tanto sacaba un cartón de vino de una bolsa, tomaba un trago y se lo quedaba saboreando con una sonrisa dibujada. No molestaba a nadie. Sólo le habló a una abuela que acababa de cambiarle los pantaloncitos a su nieto en el arenero. “Cambialo en un banco, vieja, lo ensuciaste todo al pibe”, le dijo a los gritos. Yo estaba sentado a una de las mesas empotradas, con un cuaderno abierto sobre la tabla de ajedrez hecha con pequeños azulejos, por primera vez en varios meses tratando de escribir al aire libre. En la mesa de al lado había dos mamás. Tomaban mate, comían galletitas, miraban jugar a sus nenes y hablaban sobre los partos. “El obstetra era re buena onda y se partía de fuerte”, contaba una, “pero el hijo de puta me puso los puntos apurado y me dejó la cachufla a la miseria”. El borracho, al mismo tiempo, tuvo un gesto destacable. Unos pibes que jugaban al fútbol habían tirado la pelota al terreno del Ceamse, y él se paró enseguida para ir a buscarla. Por la calle pasaba una ambulancia con las sirenas prendidas. Eran casi las ocho y media y todavía no había oscurecido.
23 de octubre de 2008
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4 comentarios:
Vamo´, carajo! Volvió el Molina que le gusta a la gente...!!
Siga siga, dice el juez.
Y si le faltan anotadores para seguir escribiendo al aire libre, avise que la funesiana lo financia, querido.
La vieja le llenó de arena las partes. Pobrecito...
Qué suerte que tiene, Molina, que le viene Funes a decir cosas tan importantes. Lo envidio.
El adjetivo “destacable” referido a un gesto del borracho podría ganarse críticas de gente que sobreactúa la corrección política.
Pero mi punto es otro: el fóbal, la bola, como medio de comunicación, de desinvisibilización.
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