10 de marzo de 2009

Amigo Molina:

Es una pena que no hayas podido estar el viernes en el Pachamama. Aunque también es un acierto, una muestra de consistencia y realidad ante nuestros lecto-oyentes: el año pasado, en la lectura que dedicamos a tus textos, Romero leyó tu “diario de migraña”. Ahí estábamos nosotros, sin vos, y ahí mismo te imaginábamos en el espiral borroso de tu migraña casera. Una cagada, sí. Pero flor de performance. Digamos que la migraña fue una especie de “disfraz ad hoc”, parafraseando a no me acuerdo quien, respecto de las mentadas payasificaciones del Quinteto. Que quién sabe lo que es. En fin, procedo a contarte más o menos lo que pasó, lo que yo recuerdo, para que estés ahora, retrospectivamente, un poco ahí.

A las 20 horas del viernes se presentan tres sujetos en la dirección Pasaje Argañaras 22, todos vestidos de pantalón negro y remera verde, respondiendo a los nombres, apellidos o seudónimos de: Funes, Romero y Levín.

La seguiría en ese tono pero me aburrí.

El Pachamama estaba vacío, y tenía que ser nuestro. El grueso de socios, afines y habitués del lugar, ya se había excusado: (...)



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