(...)Empecé el 2005 en otro call center. Ahí volvió la ilación, la molesta sensación de que todos saben más de vos que vos mismo y que siempre tienen algo que decirte aunque sea en doble sentido. No suena tan ilógico: los call centers se conocen unos a otros y siempre era la misma gente que circulaba. Podían saber muchas cosas.
En un momento, como digamos, el otoño, percibí, siempre desde la ilación, el hecho de que Pamela David se había peleado con el novio y esperaba mi llamado. Dicho así suena a locura, pero bueno, yo había refinado el delirio y tenía la teoría de que esta vez lo iba a poder utilizar a favor mío. Al decir de Chamorro, me creía Superman, que podía ver detrás de las paredes.
Llamé a un periodista de Perfil, el mismo que me había dado trabajo en el 98, que yo luego había dejado y que nunca más me había dado otra oportunidad. Le inventé una supuesta nota que tenía que hacer para no se qué medio y le pedí el teléfono de Pamela David. Contra todos los pronósticos, carraspeó una ironía inaudible y me pasó un celular (...)
Litio e ilación. Por Pablo Miravent.
23 de abril de 2009
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