La segunda parte de la publicidad de la Afip protagonizada por Don Carlos, que a primera vista puede parecer hecha en broma y hasta causar rechazo, tiene más contenido ideológico de lo que parece. El corto no muestra a un empresario políticamente correcto y extremada, e inverosimilmente, dadivoso. La publicidad hace una pintura del típico empresario chanta argentino, e intenta desmostrar que hasta a él mismo le conviene -aun a desgano- atenerse a los planes recaudatorios del Estado.
24 de septiembre de 2009
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6 comentarios:
Lo odié apenas lo vi.
No sabia de la 2da. parte. Penoso. Esta clase de propagandas trata a la gente como estupida. Decadente.
Saludos
Que bueno saber que la gente penso lo mismo. Y yo creyendo que era una turra mal pensada,prejuiciosa y victima del estereotipo del empresario noventoso que se va floria en el verano con la guita que le garco a alguien...
Gracias Molina!
Soledad: no entiendo bien tu comment, y por consiguiente no sé se entendió mi post.
Lo que yo quise decir es que la publicidad sí funciona, a su manera, como una denuncia hacia el típico empresario garca y noventoso. Y el hecho de que esa denuncia se haga desde una publicidad hecha por el Estado es más que relevante.
La irritación que provoca el tipo es un logro de la publicidad (así como es un logro de una película de terror provocar miedo). Lo irritante no es el corto en sí, sino (al contrario) el empresario "denunciado" por el mismo.
Ojalá haya quedado claro.
Saludos a los tres.
Exacto Molina!
Yo también entiendo el aviso de esa manera. Que tanta gente se haya indignado con el aviso en vez de ver el doble juego que enuncia muestra que evidentemente no alcanza con ir a la facultad, estar informado y tener una postura "crítica" para ver más allá de la bruma. Abrazo!
hay un contenido político más allá del asco que produce Don Carlo; pero no creo que sea mejor. Lo que, en el fondo sigue diciendo, es que, esos emprearios noventistas y garcas siguen obteniendo ventajas inmerecidas por parte del Estado, tanto cuando pagan sus impuestos como cuando no los pagan. Y que cuando esas ventajas sean muchas - como pareciera ser ahora - entonces, algo va a caer para los obreros. Y eso es una teoría del derrame económico, en la cual el Estado pareciera sólo tener que incentivar una especie de beneficiencia empresarial.
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