Peter

asunto: peter
de: adriana d.v.
para: i.m.

una mañana, en abril, cuando llevaba casi tres meses en el jardín botánico,
estaba podando rosales y vi que un chico me miraba y me saludó, muy tímido,
y yo sonreí y le saludé (parece que te cuento una comedia romántica)
y un rato después dejé mis cosas en el suelo y fui a buscarle
y le encontré sentado en un banco, mirando cómo podaban un árbol,
pero no me atreví a decirle nada y me volví a hacer mis cosas.
unos días más tarde apareció de nuevo y se acercó,
me dijo que se llamaba peter, que era de bélgica, que había vivido
unos años en españa y que ahora estaba de visita, que era podador,
que en dos días regresaba a su país y que si quería ir con él.
y yo me reí y le dije que me diera unos días para pensarlo,
me dio su email, y yo a nada de esto me lo tomaba en serio, claro.

y como nunca distinguí bien lo que me tomo en serio y lo que me tomo en broma,
dos semanas más tarde, sin decírselo a nadie (sólo a tais), cogí un avión a bélgica.
llegué por la noche y él me esperaba en el aeropuerto.
sabía que se llamaba peter y que era podador, poco más,
y me llevó a su pueblo, en la costa.
su padre tenía un vivero, dentro de una finca,
y la finca estaba dentro de una reserva natural,
y detrás del vivero había una casetita de madera, de unos doce metros cuadrados,
con una cama, un sofá, una estufa y una cafetera.
la casetita estaba rodeada de árboles,
y había dos hamacas de esas de tela que cuelgan de los árboles.
y allí vivíamos, sin electricidad, sin baño, sin cocina. sólo plantas y flores.
y una ovejita que vivía en el cobertizo y era muy graciosa.

esa primera vez me quedé cinco días.
volví a madrid y dejé el jardín botánico.
durante los meses siguientes, pasé bastante tiempo allí, con él,
y vivíamos con el dinero que yo había ganado los meses anteriores.
hacíamos el amor, leíamos, hablábamos, nos bañábamos en el mar,
encendíamos hogueras por las noches,
él cuidaba las plantas, yo tocaba el violín.
él tenía 31 años, y yo 19,
él me dijo que nunca había querido tanto a nadie,
y yo, por mucho que me dijera que aquella vida era el paraíso,
era incapaz de olvidar a pablo.