31 de agosto de 2010

"La épica de lo particular"

(Patricio Feminis leyó Los modos de ganarse la vida y la reseñó para el suplemento Cultura del diario Perfil)


En la combinación de intuiciones y temores, lo pasajero y lo inevitable, el asumir que sólo se puede dejar la rutina, tal vez, con fatalidad, está el peso de los miedos de ganarse la vida que ofrece Ignacio Molina en su primera novela: en tratar de ir más allá de las experiencias aparentemente nimias o contingentes de dos, tres, cuatro jóvenes (luego, algún otro, olvidado; alguien venido de Europa, uno de Mendoza; el que se quedó a pelearla en Buenos Aires luego de la crisis) entre los cuales oscila Los modos de ganarse la vida, con el buen oficio de quien sabe mirar lo cotidiano sin volverlo escándalo o artificio. El valor, aquí, está en los puntos de vista contrastados sobre el día a día cuestionado: un accidente podría detener las cosas o despertarlas; el amor podría irse, o una pareja reencontrarse; alguien, robar porque sí; un embarazo, ocurrirle a otra; unas vacaciones en la playa, tiempo muerto; un amigo de antes, recobrado, menos que nada.

Es la épica de lo particular, o sus posibilidades girando en las mentes correlativas de sus amigos -Luciano, Guillermo-: uno, contado en tercera persona; el otro, buscándose desde la primera, como puede, y cada uno lo que elige ver o irá viendo con su novia, con quien vive. ¿Demora uno en pensarse, en ponerlo en blanco? ¿Actúa, o está ahí para que las cosas ocurran? Molina no frena a su narrador para comprobarlo; no encierra intimidades en el tono del diario privado: el entorno y el mundo mismo debe modificarse con cada vínculo o decisión, como una compuerta abriéndose lentamente. No es casual que ciertos datos de contexto aparezcan sin muchas repercusiones directas en la trama: esa dificultad, en el relato, es la que han de vivir los personajes desde una ciudad grande y caótica, donde la rutina es fuga: algo más lejos, afuera -saben ellos-, podrían estar pasando otras cosas.

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