Hoy fui a que me sacaran sangre. Con el puño cerrado al final de brazo extendido, imaginé cómo el rojo oscuro que avanzaba en la jeringa contrastaba con el delantal de la enfermera. Miré las paredes de la sala, y para evitar el mareo pensé en el partido de esta noche.
Un mes atrás, unos pisos más arriba en esa misma clínica, vio la luz mi cuarto sobrino (sangre nueva de mi sangre, diría si fuese aprendiz de poeta). En el ascensor en que subí a conocerlo había tres hombres mayores.
–El otro día se me cayó uno –contó el menos canoso–. Por suerte del primer piso.
–¿Tenías A.R.T., tenías algo?
–No, qué voy a tener. Todo en negro. Más negro que él. Bolita era.
En otra oportunidad, cinco a seis años antes, había acompañado a la clínica a un amigo al que le picaba demasiado la planta de un pie. Eran las dos de la mañana. Lo vi entrar en la sala y me senté a esperarlo en los sillones que simulan un living. Adentro, el médico de guardia le preguntó si le molestaba mucho.
–No –me contó él que le hubiera contestado–. Vine acá, a esta hora y descalzo, porque tenía ganas de verte la cara.
Salgo con el brazo rígido, evitando mirar mi cara en el reflejo de las vidrieras. Camino hasta un bar para romper el ayuno. Pido un café doble con medialunas y busco un diario con la mirada. Calculo que desde hace ocho meses, cuando instalaron banda ancha en mi computadora, no me acerco a un canillita un día de semana.
Todos los Clarines del día están ocupados, y el mozo me alcanza desde el mostrador, como consuelo y manoseado, un Página/12 de ayer. Leo el titular de la tapa, junto a la foto del militar muerto por un ataque cardíaco, (El infierno se reserva el derecho de admisión), y por segunda vez en la mañana esbozo una sonrisa.
23 de junio de 2005
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7 comentarios:
Muy buen relato, Molina. Pura sangre, diría....
Qué feo debe ser que te pique la planta del pie..
Hace unas semanas me sacaron sangre. Mi sorpresa fue cuando al salir me dieron una ficha para la máquina de café. Al lado del café había medialunas y jugo de naranja exprimido. Molina, le recomiendo mi clínica.
Y un primo de mi cuñado para desayunar gratis iba a la Suiza y donaba sangre todos los días...
Los hospitales ya no son las que eran, antes siempre te daban un vale para desayunar en el café de la esquina. Si yo fuera dueño del café de la esquina, también hubiese dejado de entregar vales.
Es así, algún culo tiene que sangrar, ya que de sangre hablamos.
Seguro Antonimo, andá, ahora me vas a decir que vos conocés al primo de tu cuñado, andá...
El refutado de leyendas.
hace nada me sacaron sangre para decirme que tenia una ulcera y que no tenia cancer. Agridulce.
un abrazo desde aquel lado del charco.
el primo fran que siempre te admira.
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