15 de febrero de 2006

Maratón

Escribir durante muchas horas seguidas me cansa mental y físicamente; supongo que, aunque de una manera diferente, casi tanto como jugar un partido de básquet o correr una maratón. Generalmente, cuando intento encaminar un texto de largo aliento y tengo horas disponibles por delante, alterno períodos sentado frente a la computadora con períodos recostado en la cama, donde escucho música, pienso en otra cosa o releo algunas líneas. Una vez escuché que nadie puede mantener la misma atención en algo durante más de cincuenta minutos. Siempre, por si consigo que la voz que tecleaba pueda seguir pendiente al rumbo de la historia en mi cabeza, llevo una birome y un cuaderno a la cama para ir dando cuenta de las palabras que surjan.

Hoy, para alargar el día, me desperté a las siete y media. Me lavé la cara con agua fría, prendí la computadora y puse una taza de leche en el microondas. Después, como para ir entrando en calor, escribí uno de los sueños que recordaba:


La chica con la que había arreglado salir vivía en un edificio de mi cuadra. Cuando tocaba el timbre y la veía abrir la puerta me asustaba: ella tenía una cara de plástico y una cabeza sin pelos. El resto de su cuerpo estaba normal, tal como lo había conocido, pero del cuello para arriba era como un maniquí inexpresivo.

–No te preocupes, siempre me pasa esto entre las diez y las doce –decía ella al notar mi angustia. Yo me fijaba la hora: eran la diez y un minuto. Su boca no se movía; su voz salía, como desde un parlante, a través de dos hendiduras que tenía en cada comisura de los labios.

Después ella intentaba besarme: se sentaba a mi lado en la cama y acercaba su cara de muñeca gigante a la mía. Yo, al correrme hacia atrás por la impresión, me golpeaba la cabeza contra la pared y me desmayaba.

Me despertaba a las doce y media. Ella ya tenía su cara normal y estaba vestida con un camisón transparente. Yo tenía sólo un sombrero de pescador, y eso me hacía llorar. En el cuarto había cinco amigas suyas, que hablaban de mí en voz baja y comían un bizcochuelo con dulce de ciruela. Ella se arrodillaba frente a mí, me peinaba con una mano, y, antes de inclinarse sobre mi pecho, me decía que nadie puede mantener la misma tensión durante dos horas y media.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Molina, usted está seguro que no consume sustancias que lo hacen soñar esas cosas?
De todas maneras creo que la atención no se puede mantener tanto tiempo, ahora la tensión sí, y aún más.

marina k dijo...

Qué buena tu disciplina de escritura! Ojalá pueda... Es lindo levantarse temprano a escribir.
Me gusta la mañana, el aire, sus colores.

Unknown dijo...

Mire usuario, a mí me pasa lo mismo. Pero realmente: a las mujeres no les veo la cara hasta pasada la primer botella de cerveza. En general, siempre aparece algo interesante... digamos... es una botella de cerveza, ¿no?

paula p dijo...

bueno, otra posibilidad es antes de dormir darte una ducha re fria para seguir pensando lo q venias haciendo y seguir despierto, el mecanismo te altera la adrenalina y fija mejor las ultimas ideas recubriendo con no se qué sustancia las celulas de memoria nueva

H dijo...

Estimado Molina:


El microondas despoja a los alimetos de todos sus nutrientes naturales. Es por eso, quizas, que te falta aliento para la escirtura maratonica. Por favor revisa tu dieta y haceme saber si es eso. Te aconsejo comer algunas pasas de uva.

Vamos campeon!!!

Anónimo dijo...

Best regards from NY! » » »