24 de febrero de 2006

Muelas

Una vez mi papá me explicó por qué el dolor de muelas se sufre más de noche: "por la soledad, porque está todo calmo y oscuro, y eso te hace sentir más desprotegido". Supongo que con la angustia debe pasar algo similar: enseguida te quita el sueño, y se instala en el silencio de la noche como lo único tangible.

Hoy me desperté a las cinco. Al oír el ruido de la lluvia fui a cerrar la ventana del escritorio, y me quedé viendo la calle desierta y mojada y las copas de los árboles movidas por el viento. Volví a la cama. Para pensar en otra cosa, o no pensar en nada, prendí el televisor.

En canal 9 pasaban video clips y, por la parte inferior de la pantalla, titulares dudosamente informativos: Messi de doctoró en Londres, don Julio se animó, San Lorenzo continúa afilado, Sigue el lío por las papeleras. Imaginé a los pibes que se encargan de esas líneas diciendo: "mandemos fruta, total a esta hora nadie nos da pelota".

Crónica TV. Había muerto el conductor de un auto tras chocar contra un árbol en Belgrano. Y un senador uruguayo le proponía al pueblo levantarse en armas para resguardar sus intereses. Debe ser un carcamán tupamaro, pensé, antes quería armarse para destruir al capitalismo, ahora para defender su peor expresión.

En una entrevista en Canal á, Daniel Link opinaba que los premios de las editoriales y de los diarios no tienen ningún valor literario ("sólo sirven para ganar más plata") y se refería a los blogs como espacios donde cada uno puede dar cuenta de su presencia en el marco de una marea mediática cada vez más alta.

En el canal chileno pasaban imágenes del lago de Villarica. Hace cinco años fuimos ahí con Melina. Habíamos estado unos días en Bariloche, en la casa de una amiga de ella, y cruzamos a Chile por el paso Cardenal Samoré. Bajamos en la primera ciudad, cambiamos plata argentina por chilena y tomamos otro ómnibus hasta Pucón. En ese último año del 1 a1 éramos turistas de lujo: paramos en una buena hostería, compramos ropa y comimos afuera todos los días.
Pasamos una semana ahí, y después, creyendo que era tan lindo como San Martín de los Andes, un par de días en Junín de los Andes, un pueblito parecido a cualquier pueblo sin gracia de la provincia de Buenos Aires. Eso sí, tenía un rasgo distintivo: era la única localidad del país cuya plaza principal estaba delimitada por un cerco de plantas.

El dueño del hotel escribió mi nombre con hache mientras decía "qué jodido eh, te hubieran puesto Molina solo", y me comentó que yo tenía el mismo apellido que un amigo de su familia. Un año y medio después, el día en que mataban a los piqueteros en la estación de Avellaneda, trasladé y adapté esa escena a Kilómetro Cero, el cuento que abre Los estantes vacíos.

Apagué el televisor cerca del amanecer. Ya no llovía pero el viento seguía soplando. A medida que el cielo cambiaba de color (a bordó, a turquesa, a celeste) yo, intentando no pensar en nada, me iba metiendo en un sueño.

9 comentarios:

alejo sarano dijo...

lindo post saludos
alejo

Hipolitta dijo...

Luego de semejante recorrido, entre lo esteril, lo mentido y lo pasado, en lugar de angustia, pánico.
Saludos

Charlotte dijo...

Su padre tiene tanta razón con eso que dijo, Molina...

Anónimo dijo...

Quye pasa con la publicacion de los estantes vacios

Anónimo dijo...

Uhhhhhhhhh, es verdad, para esta época esperábamos la salida del libro de Molina. ¿Y?

Loyds dijo...

buen post
salu2

Molina dijo...

Saludos y cariños a todos.

Al usuario anónimo, al colgado y a todos los que se agolpan en la puerta de mi casa y me paran en la calle para preguntarme lo mismo: un poco más de paciencia. En estas horas voy a tener en mi poder las pruebas de galera. Esto quiere decir que el proceso editorial sigue su marcha y que, dentro de los plazos estipulados, podrìan tener el libro en sus manos.

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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