4 de enero de 2007

Ceca

Escribí lo de más abajo hace un par de meses. Pensé en no postearlo, pero como mi tiempo de escritura está ocupado en otra cosa y no tengo nada para el blog, lo subo:


En el número de octubre de Los Asesinos Tímidos (revista dirigida por Eugenia Rombolá y Juan José Burzi) hay una sección dedicada a Los estantes vacíos. La sección se llama ''cara y ceca'' y, tal como su nombre lo sugiere, contiene una reseña positiva y otra negativa sobre un mismo libro. La reseña positiva, que puede leerse consiguiendo la revista, fue escrita por Rombolá. La reseña negativa está firmada por Ariel Bustos, y también puede leerse en este sitio de Internet (la decisión de enviar una misma reseña a dos medios al mismo tiempo es al menos discutible, aunque no es eso lo que me convoca a escribir esto).

Debatir cada una de los puntos de vista que Bustos expone en su texto me resultaría muy largo y tedioso, pero sí creo que no puedo pasar por alto algunos de ellos. Por ejemplo: al final del segundo párrafo se lee una afirmación lapidaria: ''En Molina se produce la muerte de las historias''. Resulta complicado rebatir una frase tan arbitraria, ya que al no existir argumentos válidos a favor de la misma tampoco es posible encontrar argumentos serios para contradecirla. Sólo hace falta saber leer de corrido para darse cuenta de que si algo hay en Los estantes vacíos son historias: historias que le dan vida a cada relato, historias más pequeñas dentro de esas historias, historias por reconstruir, historias que atraviesan o sobrevuelan todo el libro. El hecho de que esas historias no estén organizadas dentro de una estructura clásica no le otorga ninguna autoridad a Bustos para hacer una afirmación tan alejada de la realidad.

Al comienzo del tercer párrafo, el autor de la reseña descubre la pólvora al escribir ''Se trata de un libro poco convencional'' y ''Molina establece una idea personal del cuento''. Pero enseguida fija su posición al respecto al explicar ''para ello suprime dos claves de la definición clásica del cuento: la unidad de efecto y el punto de no retorno'', como si eso y lo antedicho constituyeran una herejía, o una irrespetuosidad imperdonable hacia las formas tradicionales del género. Y enseguida, cuando escribe ''Eliminada la arquitectura de la narración sólo le queda….'', vuelvo a preguntarme qué libro estuvo leyendo, o qué parámetros habrá utilizado para leerlo. ¿No hay arquitectura narrativa, acaso, en cuentos como Espirales, o Los estantes vacíos, o El camino del agua? ¿No es la arquitectura narrativa la que permite ensamblar varias series de relatos entre sí? ¿Cómo se sostiene sin arquitectura un libro en el que, supuestamente, el énfasis no está puesto sobre la trama?

Después de los puntos suspensivos, la última frase citada continúa: ''. . . sólo le queda al autor reciclar cuestiones formales, como los ciclos que forman distintos cuentos que comparten los mismos personajes, recurso que Liliana Heker escribió hace treinta años''. Y al leer eso no puedo más que reírme. ¿Cómo, en el mismo párrafo en el que me ''acusa'' de narrador poco ortodoxo, puede llegar al colmo de acusarme de plagiar un recurso de uno de los paradigmas de la ortodoxia cuentística argentina? Me quedo sin palabras ante eso. O podría decir ''sí, che, la verdad que me maté leyendo a Heker para robarle alguna idea'', pero sería una ironía sin gracia.

Como escribí antes, no es mi intención discutir cada una de las líneas de la reseña. Por eso voy directamente a la última y, sin dudas, más ligera e inadmisible afirmación: ''(los personajes) terminan por no conmover al lector'' ¿Cómo hizo el autor de la reseña para llegar a esa conclusión? ¿Hizo una encuesta entre todos los lectores del libro? ¿O se referirá a él mismo como un lector promedio o como EL lector? Por suerte, gracias al (modesto o no) recorrido que pudo hacer el libro entre lectores más o menos calificados, sé que no es ése el promedio. Si así fuera, más que sombrío sería el panorama.

10 comentarios:

Marto Stef dijo...

El autor no murió...

Lyon dijo...

Molina querido, tanto tiempo.
Saludos desde la selva.

Diego Vigna dijo...

Hola qué tal, Molina, mucho gusto. Mi nombre es Diego Vigna, vivo en Córdoba pero soy de Neuquén, y hace días estuve con tus compañeros en la lectura de los Villancicos. En esa ocasión pude hablar con muchos y, entre tantas cosas, creo que Romero y Levín me comentaron sobre tu libro, que ya había visto como uno de los pocos de cuentos que editó Entropía (si no me equivoco). Por lo tanto, entro a tu blog, leo tu post y sé que debería leer el libro después de las recomendaciones, pero tengo la necesidad de decirte algo, a partir de esa crítica: no le des pelota al tipo que escribió eso, por varios motivos. Uno: tiene mala leche. Eso se nota, y más con la crítica, que vuelve todo muy infantil cuando se quiere cagar a alguien. Dos: Que vaya a leer cuentos de Poe, si le gusta la arquitectura narrativa. Tres: si lee cuentos para esperar el cambio "obligatorio" en la naturaleza del personaje, y para temblar con un final donde todo "cierre", que se dedique a otra cosa. Justamente Carver nos enseñó (ya que él lo comenta) que en los cuentos puede no pasar nada de nada, y el lector puede quedar culo para arriba, con gente tomando gin en una mesa a la tarde, sin tramas, y sin finales. En fin: seguí con lo tuyo. Y espero leer el libro cuanto antes, sea lo que sea, para conocer esas sub-historias que a ese tipo le irritan. Saludos.

Anónimo dijo...

Flaco, hacele caso al pastor descarriado Vigna.
No le dediques tiempo ni pensamientos a un tipo que nunca se va a sentar en tu mesa.
Solo tiene eso para compartir.
Lo que bien marca Diego.
Tiene mala leche.
Dejalo pasar.

Anónimo dijo...

Hola Ignacio,

te escribe Patricia L. Boero, la editora de Zona Moebius, revista que publicó la reseña de Ariel Bustos. Sólo aclararte un detalle: la reseña no puede leerse 'también' en ZM sino que originariamente se publicó en mi revista. Por lo tanto no hay tal decisión cuestionable de parte de Bustos de enviar al mismo tiempo el mismo trabajo a dos medios diferentes. La recibí en julio 2006 y la publiqué en septiembre. Por otra parte, si un colaborador que escribe exclusivamente para ZM me solicita permiso para reproducir un material en una revista realizada en otro soporte, no tengo problema en autorizar la publicación. Son medios absolutamente diferentes, así que, por ese lado tampoco veo nada cuestionable. De lo demás, prefiero que hablen los lectores. Te deseo suerte en tus proyectos y te envío un cordial saludo.

Mariano Cúparo Ortiz dijo...

Según Bustos yo no soy un lector.

Mariano Cúparo Ortiz dijo...

Según Bustos yo no soy un lector.

Anónimo dijo...

Qué sensible este escritor!! jaja... se imaginan a Joyce pataleando porque le criticaban el Ulises???

Anónimo dijo...

Yo no pataleo Anónimo: argumento. Y sí, supongo que soy sensible, aunque no en el sentido que vos le das al término.
Más allá de eso: por qué Joyce no podría haber pataleado?

Anónimo dijo...

Que un escritor se defienda así de una crítica de un lector es poco serio.