(…) Pero hay un grupo que debuta en las antologías y constituyó para mí un verdadero descubrimiento. Son cinco escritores (Levín, Funes, Oyola, Molina, Romero) que animan un grupo de lecturas públicas autodenominado El quinteto de la muerte. Algunos publican en la editorial Gárgola y casi todos tienen una activa participación en la blogósfera (qué palabra imposible). Se advierte en los cuentos de ese grupo algo en común. No es una homogeneidad temática ni estilística, sino una rara combinación de libertad y seguridad, de voluntad de encontrar lo nuevo y de jugar con convicción el juego de la literatura. Los cuentos tienen una frescura inusual y dejan la impresión de ser la obra de escritores formados, de gente que ha desarrollado una dialéctica con el lector potencial (y que uno es ese lector) y no de un estudiante que quiere publicar por reflejo gregario a partir de un oficio aprendido como una técnica de soldadura autógena (…)
(…) Más tarde aparece el de Ignacio Molina, que corresponde al grupo de relatos que recuerdan una historia de amor trunca en el barrio. Pero acá, el barrio no es el del narrador sino el de la mujer perdida y la descripción elude la familiaridad en todo sentido. El personaje es un extraño: de Colegiales, de la vía del tren y de los rituales que allí se practican, de la casa de su novia que tiene un hijo de otro, del amor mismo. Esa ajenidad le da un clima particular al cuento y convierte lo dado en desconocido.
Los cuentos del grupo tienen la virtud de explorar ambientes no habituales o descubrir en los ambientes habituales un mundo oculto (…)
(La reseña completa de Quintín a Buenos Aires / Escala 1:1, clickeando acá)
26 de diciembre de 2007
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1 comentario:
Y yo que lo conocí cuando todavía no era Molina, Molinette.
Saludos
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