23 de diciembre de 2008
“ (…) El 19 de diciembre estábamos en la peña tomando un vino con un músico de Santiago del Estero, un sobrino de Mario Roberto Santucho, y cuando íbamos por la mitad de la botella empezamos a escuchar el quilombo de afuera, los gritos, el ruido de las cacerolas, la gente que pasaba. Lo miré a Santucho y le dije: están haciendo la revolución y no nos dimos cuenta. Entonces dejamos todo, salimos así como estábamos y nos pusimos a caminar para el centro. Cada vez había más gente, se agrandaban las columnas. Hacía calor, avanzábamos y había cada vez más quilombo. De repente en medio del lío lo pierdo a Santucho y me quedo con dos mujeres que se nos habían juntado: una colega tuya, una periodista fotógrafa, y una mina más grande que andaba en bicicleta y lo gracioso era que tenía un diablito abajo del brazo. Un muñeco, una especie de títere, que era un diablito así bastante grande. Seguíamos caminando para el lado de la plaza. Y cuando empezó un quilombo con la policía, le digo a la fotógrafa vení para este lado, vamos para allá que está más tranquilo… Pero no, ella quería meterse en el medio de todo, si había balas se metía en el medio de las balas para trabajar. Decía que tenía que mandar las fotos antes de las cinco. No sé qué hora era en ese momento, ya era la madrugada, y lo que pasó después es que en una desbandada perdimos a la mina de la bicicleta y yo me quedé con el diablito llevándolo para todos lados, y cuando ya era de día tuve que volver con el diablito a mi casa (…)”
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