22 de febrero de 2009
Al final, la pizza Fausto resultó una pésima elección. Quedó fea, dura y quemada. Influyó el exceso de horno pero también, seguro, la calidad de la materia prima. Es medio inadmisible que todavía me pase algo así. Hasta ahí la tarde había estado bien. Fuimos a la feria de libros del mercadito de Bonpland. Hubo lecturas, música en vivo y conocidos para charlar. Fausto jugó con nenes, prestó el cuatriciclo y sopló el micrófono cuando le preguntaron cómo se llamaba. Estuvimos desde las cinco y media hasta un poco más de las ocho. Después, el nene reemplazó la pizza con un plato de arroz con pollo y un postrecito de dulce de leche. El baño quedó para hoy a la mañana; nos duchamos juntos a eso de las nueve, después de despertarnos a las siete y veinte y de desayunar una mamadera y un café con tostadas. Afuera llovía, el aire estaba gris. Cuando se despejó un poco fuimos a comprar el diario y a pasear al mercado de las pulgas. Necesito una mesita chiquita para apoyar la notebook y hacer una especie de escritorio en mi cuarto. La más barata estaba más cara de lo que imaginaba. Te la dejo a setenta mangos, me dijo un puestero. Tuve la certeza de que me dijo el número que se le cantó en el momento. Treinta o ciento cincuenta, me podría haber dicho con la misma seguridad. Después fuimos a comer a un bodegón del barrio. Tengo muchas cosas para escribir sobre eso, sobre ir a comer afuera con mi hijo, pero por ahora sólo consigno que hojeé un poco el Página mientras esperábamos la comida: ravioles con estofado para los dos, gaseosa y una jarra de medio de vino de la casa (la corta diferencia de precio entre la jarra de cuarto y la de medio siempre hace que llegue a la sobremesa con más sueño que lo normal, y pensando mucho más de lo necesario). Ahora, mientras Fausto se despierta de la siesta, el domingo toma la recta final hacia la caída del sol, hacia la curva depresiva que hay que tomar con cuidado para no morder la banquina.
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2 comentarios:
El sol hoy no cae, porq no hay sol, ni hubo en todo el día. Hoy es un día grandioso, gris. Igual que ayer. La noche de lluvia fue lo mas, lo mas. Adoro la alegría de la melancolía. Me gustan estos relatos pro Fausto. Besos, Molina!
(Setenta pesas para una mesita no me parece mucho)
Obvio que Fausto va a soplar cuando le den el micrófono: son las enseñanzas del tío Abel en Bahía. Por lo demás, cuando uno sopla hace "ffffffffffff...", que viene a ser la primera letra de su nombre. Paso a paso, Molina.
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