7 de mayo de 2012

El sábado a la mañana, en el 93, venía charlando con Fausto y pensando en cualquier cosa hasta que de pronto, en alguna cuadra entre Plaza Italia y Puente Pacífico, algo pasó, se alinearon los planetas, se me puso la mente en blanco, después en negro, después de todos colores, y “se me ocurrió” una novela (no completa, claro, pero sí un principio, un tono, una sensación, una tenue línea argumental). Durante todo el fin de semana esa idea fue creciendo en mi cabeza, y hoy, por primera vez en tres o cuatro largos meses, voy a volver a mi casa con la hermosa calentura de ponerme a escribir. ¡Belleza!

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