3 de mayo de 2012

Soy un ciclista temerario. Hoy vine por primera vez en bici al laburo y, unos trescientos metros antes de llegar, por mirar hacia el costado para chiflarle y repetirle el chiflido a Sofi que venía caminando por la vereda de enfrente, perdí el control del rodado, a una velocidad considerable, y cuando me quise dar cuenta estaba mordiendo el cordón primero y subiéndome a la vereda de pasto lindante a las vías medio segundo después. “Me la pongo”, pensé, y le pasé rozando a un árbol y a un poste de luz manteniendo milagrosamente el equilibrio y sintiendo cómo, si me caía hacia el costado izquierdo, un auto me pasaría todo entero por encima. Lo que me salvó, creo, además de mi muñeca, fue que el cordón fuese atoboganado y que esa vereda fuese una suerte de plazoleta. Y lo mejor de todo fue haber visto pasar -cuando pensé que no la contaba- los mejores momentos de mi vida en una fracción de segundo.

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